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Los colombianos terminamos este puente del 20 de agosto, que dará paso a un largo septiembre, nuevamente avergonzados por ser un país de holgazanes. Esta vez por cuenta de un estudio de la Consultora Mercer en 62 países, que nos ubica como la nación de América Latina que tiene el más alto índice de días feriados (18). Un Confidencial de la revista Semana mete el dedo en esa llaga de desprestigio, y bajo el titulo “Vivimos en un paraíso”, recuerda que por cuenta de la Ley Emiliani la mayoría de esos festivos se vuelve “puente”, por lo cual Colombia es “el paraíso de las minivacaciones”.

 

Al presentar el estudio de la consultora, el diario La República fustiga menos a la patria. De hecho, titula “Festivos no son tan malos para el PIB como se cree”, recordando que a pesar del pesar que para muchos significan esos 18 días, “el número de días libres que por ley se debe otorgar a los empleados (colombianos) es de los más bajos comparados con los demás. De ahí que la proporción de días al año que no se trabaja en el país, no sea la más alta comparada con el resto del mundo”.

 

De acuerdo a esta salvedad,  el primer puesto en Suramérica se lo gana Brasil (39 días no laborables). En Europa hay países como Austria (25 días de vacaciones por ley y 13 festivos), Malta y en menor medida, España (22 de vacaciones y 14 festivos). “En Estados Unidos y Canadá la legislación sobre las vacaciones varía de un estado a otro. Pero los festivos para los estadounidenses apenas son 10, excepto para Puerto Rico, donde la lista incluye las fiestas locales y nacionales, para un total de 21”.

El número de festivos que disfrutan los colombianos representa una pérdida de dinero para muchos empresarios, pero significa una oportuna y salvadora irrigación de recursos para otros sectores económicos, a la cabeza de los cuales se encuentra el turismo y todas sus ramificaciones.

Creo que ya va siendo hora de parar esa noción de descanso vergonzante y de país holgazán, estableciendo unos puntos de comparación y determinando unas afirmaciones inequívocas. La primera es que Colombia es un país de gente trabajadora, que sale todos los días a partirse el espinazo atendiendo sus empleos durante ocho horas mínimo y despachando en 60 minutos un almuerzo de corrientazo.

En Colombia hay sectores que no paran de trabajar. Las grandes superficies, por ejemplo, no cierran un solo día del año ni empacan maletas en estos festivos de puente, sin contar que sus horarios comienzan a las 8 ó 9 de la mañana y terminan entre 9 y 10 de la noche. Los centros comerciales atienden a los que se quedan en las ciudades, y muchos almacenes de la calle trabajan el sábado, cierran el domingo y abren el lunes como si nada. Las empresas no dan gratuitamente puentes como el del 7 de agosto: sus empleados deben compensarlos con jornadas laborales de 9 ó 10 horas durante varios días.

Es cierto que lo anterior, y no necesariamente  por la existencia de los festivos, no nos salva de que nuestro país tenga niveles de productividad inferiores a los de Asia y Estados Unidos. Pero tampoco nos va a quitar la existencia de una cultura de trabajo arduo –-que por supuesto varía de acuerdo a sectores y regiones–, que hace que los colombianos se destaquen rápidamente cuando se van a laborar a otros países. Y que respondan con esfuerzo y dedicación a sucesos cíclicos como las crisis de la economía.

En ese aspecto cultural del trabajo, hay diferencias fundamentales con Europa, por ejemplo. Guillermo Perry, en su columna “La década perdida de Europa” escarba en la debacle que está viviendo ese continente.  “Los trabajadores europeos son productivos cuando trabajan, pero trabajan poco y devengan mucho –señala Perry–. El europeo trabaja sólo 35 horas semanales durante diez meses al año. Un asiático, igualmente productivo, trabaja 48 horas semanales durante once meses y medio al año y gana menos. Por eso, Europa no puede competir con Asia, y las industrias migran masivamente hacia el Oriente. Si sigue así, Europa terminará convertida en una economía de servicios para solaz de los asiáticos y latinoamericanos que iremos a disfrutar la belleza de sus ciudades y campiñas, la riqueza de su cultura y sus universidades, las delicias de su cocina y sus vinos, como predice Houllebec en su novela “El mapa y el territorio”.

Puede comprobar recientemente las consecuencias de ese estado de bienestar. Me encontraba en Europa cuando sonó la campana para las vacaciones del verano. Un hormiguero de gente se precipitó inmediatamente a las estaciones de trenes y a los aeropuertos, y huyó en un exilio sagrado de descanso que se prolongará fácilmente por 20 ó 30 días o más. Además de sus particulares jornadas de trabajo, en la que el disfrute de dos o tres horas de almuerzo y siesta es un mandamiento, la disciplina horaria de almacenes reconocidos resulta complicada de entender para un laborioso colombiano.

Es Barcelona. Sábado en una noche iluminada. A las 8 de la noche en punto, “El Corte Inglés” cierra sus puertas sin apelación. No importa que cientos de turistas vayan a visitarlo, como parte del borbollón que enciende un paseo de fiesta por La Rambla. Tampoco abre el domingo. El Camp Nou, que cientos de personas vienen a visitar fascinados por la magia del equipo, clausura todo a las 2 de la tarde dominical. La tienda, el estadio, las cafeterías. Es como si un parque de Disney no atendiera el séptimo día por la tarde. Nos devolvemos en el bus rojo del Barcelona City Tour. Tratamos de entrar a un centro comercial. Prohibido. No abren los domingos. “Esa mediocridad –-escribe Perry, analizando el conjunto de variables–, ha llevado a Europa a la recesión y puede conducir a la crisis de su sistema bancario y al colapso del euro”.

Así que no nos sigamos flagelando con los festivos. Ni mucho menos asumiendo el látigo de holgazanería con el que se promueve una imagen contraria a la verdadera naturaleza de la nación colombiana: la de un pueblo trabajador y verraco, al que podrá organizarse con otros mecanismos productivos, sin tener que quitarle un merecido descanso.

 

VER:

 

http://www.larepublica.com.co/globoeconomia/festivos-no-son-tan-malos-pa…

 

«Vivimos en un paraíso». http://www.semana.com/confidenciales/1-1.aspx

 

http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/guillermoperry/la-decada-per…

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PERFIL
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Carlos Gustavo Álvarez G. nació en Bogotá en 1957. Es periodista, escritor, libretista de TV, asesor de comunicaciones y compositor. Se ha desempeñado como Director de Elenco, Editor Cultural y Editor Dominical de El Tiempo, Editor de revista Credencial y Subdirector de Cromos. Entre otros, escribió los libretos de la comedia "Don Camilo" y de la telenovela "Calamar", y con Bernardo Romero Pereiro (q.e.p.d.) creó al personaje "Guri Guri". Entre sus libros están: Bogotá de memoria, Paisas en Bogotá, La Vuelta a Bogotá en un poco más de 500 años, Angelita, Historia de una voluntad y En boca cerrada. Ha compuesto dos CD de canciones: "Son de Colombia" (2009) y "Tu amor" (2010) y "Palabras de amor", que circuló con "En boca cerrada". Ha sido columnista de Elenco, Lecturas Dominicales, El Tiempo, El Colombiano y en 2011 cumplirá siete años como columnista de Portafolio. Su página web es: www.carlosgustavoalvarez.net

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