Se ha popularizado una serie de libros relacionada con lo que usted tiene que ver, hacer, comer, visitar “antes de morir”. No es necesario escarbar en las razones editoriales que sostienen la opción de presentar el asunto de una manera tan perentoria e inevitable, que ponen al lector contra la pared, atrapado en el dilema de lo toma o lo deja. ¿Por qué no construir el título alrededor de la vida o proponer el disfrute de las actividades varias sin meter a la parca en el asunto?
Lo cierto es que el inconsciente colectivo de la humanidad en el siglo XXI ha dado la vuelta y retornado a su génesis mediante la idea de que esto se va acabar. En medio del principio del apogeo tecnológico, comulgamos con el hombre primitivo, que no tenía control sobre su vida y sus elementos, y se levantaba a una especie de morir diario, realmente el primer rebusque. ¿Cuál es la razón de esta paradoja, hoy, que hemos crecido las expectativas de vida, ejercido el dominio sobre el universo y aumentado el poder del humano sobre antiguos males implacables y devastadores?
La actual situación del clima puede comenzar a explicar el asunto. En todos, gradual y diferencialmente, claro, hay un asomo de conciencia que nos hemos tirado la tierra, nuestro hogar, nuestra morada. Mejor dicho, que esto no va para ninguna parte, y que este adelanto de lluvias diluviales cuando debería salir el sol y de calores abrazadores en vez de humedades benditas, es un aviso de desastre que tenderá hacia el apocalipsis.
Algo de eso está representado en las películas futuristas, desde “El día de la Independencia” hasta “Wall-E”, que como es habitual arrasan con Nueva York, sólo para comenzar una cadena de terribles finales. El avance del Armagedón pasa en principio por la sequía, la extinción paulatina del agua y las guerras por ella, y el hacinamiento de ciudadanos insomnes en calles oscuras donde se pasea la muerte con abusiva confianza. No se excluye la invasiva presencia extraterrestre, que ya quedó marcada en historias y películas como definitivamente reacia al mundo humano, al que sólo accede para esclavizarlo o destruirlo.
Muchas personas en diferentes lugares han tomado en serio unas señales insistentes, para convencerse de que sí: hay que hacer muchas cosas exactamente antes de morir. Sé de quienes relacionan el ya mencionado caos del medio ambiente, la laxitud moral y sexual, la disolución del núcleo familiar y la pérdida del miedo a Dios, con específicas referencias al libro del Apocalipsis, que pergeñó Juan desterrado en la isla de Patmos. No sobran los creyentes de Nostradamus ni los intérpretes de la profecía maya, que apaga el universo en diciembre, 2012.
Pero el final más crítico y patético lo viene relatando en sus columnas el Padre Alfonso Llano en El Tiempo: la falta de razones para vivir, la carencia de sentido y esperanza, el extravío del ser perdurable. La muerte del alma. Hay que hacer mucho antes de ese morir.