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Con el nombre de Clara Eugenia López Obregón en una terna que desde el principio no llevaba a ninguna parte, ya depende del presidente Juan Manuel Santos que Bogotá tenga Alcalde Mayor pronto y en propiedad.

 

Aunque el mandatario, como le correspondía, y mientras le pasaban 3 nombres, designó a María Fernanda Campo el mismo 3 de mayo, será Clara López la encargada de inaugurar el puente de la Calle 100. Es un evento importantísimo no porque vaya a descongestionar considerable y duraderamente el sector, sino porque pasará a la historia como la única obra entregada más o menos puntualmente en este período.

 

Según las previsiones y los favoritismos, la nueva Alcaldesa gobernará no hasta el 3 de agosto cuando debería finalizar la suspensión de Moreno, sino el resto del período del alcalde impopular, que para muchos no retornará al Palacio Liévano. Es decir, que le va a tocar correr unos kilómetros en la Media Maratón, asolearse en el Festival de Verano, patear la bola con Santos en el saque de honor en la final del Mundial Sub 20 y cortar cintas a diestra y siniestra en diciembre, cuando se terminarán tantas obras como molestias se les han causado a los impacientes habitantes de Bogotá.

 

Bien por Clara López. Como ciudadano me quedan dos impresiones. La primera es que como dicen ahora, al asunto “se le dio una vuelta de 360 grados”. Hemos esperado 22 días para llegar al punto de partida. El nombre de Clara López siempre estuvo ahí. No me parece justo con Mariela Barragán que se haya manoseado su nombre para incluirlo en la terna, sabiendo que ella tenía inhabilidades que aceptó con su renuncia.

 

Clara López tenía todas las cualidades para quedarse con ese sorteo. Mujer capaz y preparada, de buena cuna y osadía intelectual, como para integrar los conceptos “izquierda” y Chicó”, tiene una hoja de vida y de servicio público imposible de desconocer. Renunció a la Secretaría de Gobierno y se fue a ser la fórmula vicepresidencial del emancipador Gustavo Petro, que sin Presidencia ni Vicepresidencia participó en la gestión de tumbarle al jefe por el asunto de la contratación. Polo a tierra.

 

¿Por qué nos hicieron esperar a los bogotanos, transcurrir tres semanitas en vilo y pasar por la falta de cortesía de subir y bajar a Marielita del solio? Aquí aparece mi segunda observación de ciudadano, y es que tras este asunto hay una bonita historia de amor.

 

Cuando aceptó la Secretaría de Gobierno, Clara López inhabilitó a su esposo, el líder de izquierda Carlos Romero, para ser Concejal de la ciudad. Hoy, como dice en reportaje de posesión en El Tiempo, vuelve y juega. El partido Polo decide meterla en la terna con todas las probabilidades de elección, y Carlos Romero tiene que aplazar sus aspiraciones electorales. Todo parece indicar que ese punto fue el que siempre estuvo ahí, la ocurrencia de una oportuna conversación conyugal que permitiera cerrar este interregno.

 

Clara López deja claras algunas cosas. Que gobernará con independencia, defecto que ella misma le señala a Samuel. Es decir, no haberle parado bolas al Polo y a sus figuras. Ese fue su gran error. Lo demás está bien. Por ese costo político tan alto que han pagado la administración, y el Polo, es que nadie más puede inaugurar las obras, no faltaba más.

 

Esa es Clara López, a quien hay que desearle que le vaya bien. De entrada, el día del empalme, va a chocar con la otra Alcaldesa por haber suspendido la contratación de los estudios finales del Metro. Pero esa es Clara López. A secas.