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El último día de agosto, los lectores de El Tiempo fueron sorprendidos con un artículo titulado “Un inodoro para el siglo XXI”. El asombro provenía no de la presencia del públicamente vilipendiado pero privadamente loado retrete, sino del autor de tan inusitada página. Se trataba nadie menos que del número 2 de la lista Forbes de bimillonarios (el primero de los Estados Unidos), la quinta persona más poderosa del mundo, el encumbrado poseedor del título Forbes 400 y el segundo emprendedor más notable de nuestro tiempo después de Steve Jobs.

¿Qué hace Bill Gates, quien con Paul Allen creara Microsoft, escribiendo sobre inodoros, en vez de preocuparse por el lanzamiento de Windows 8, el mercadeo del Windows Phone 7 o una locura propia de los platudos exóticos, como viajar a Marte o comprarse un equipo de fútbol con jugadores, estadio y aficionados?

Lo cierto es que Gates, con su esposa Melinda, conforman una extraña pareja entre los que a estas alturas tienen 62 billones de dólares. Quien visite http://www.impatientoptimists.org, el sitio web de su fundación, y recorra las diferentes actividades filantrópicas que desarrollan a lo largo y ancho del inevitable mundo, entenderá su manera de concebir el poder económico. Que entre otras cosas, comparten con otro del selecto grupo, el famoso Warren Buffet, en una cátedra provechosa para quien se gane el inconmensurable Baloto colombiano.

Y aun así resulta insólito que su interés sea reflexionar sobre el inodoro y realizar en Seattle una feria para reinventarlo. No estuvieron solos, por cierto. Coincidieron con estudiosos de diferentes disciplinas y orígenes –-funcionarios públicos, inventores, abogados, diseñadores, inversionistas–, y hasta premiaron tres universidades que aplicaron paciencia y creatividad para instalar en el mundo otra noción del toilet.

El primero es de energía solar, capaz de producir hidrógeno y electricidad. El segundo produce carbón biológico, minerales y agua limpia. Y el tercero desinfecta las heces y la orina humanas, transformándolas en recursos y agua limpia.

A la pregunta de porqué convertir el cotidiano e inadvertido adminículo en objeto de estudio técnico e investigación científica, Gates responde: “los inodoros son muy importantes para la salud pública e, incluso, para la dignidad humana. Los que vivimos en países desarrollados a menudo no nos damos cuenta de su valor”. Pero quienes sí se dan cuenta de su valor son más de 2.500 millones de personas que en el mundo carecen de servicios sanitarios, entre los que se cuentan más de 1.000 millones que defecan al aire libre o utilizan letrinas exteriores.

Cuatro de cada diez personas no tienen posibilidad de utilizar el invento de Alexander Cummings, un relojero escocés del siglo XVIII que con su artefacto profiláctico ayudó a detener el avance mortal de enfermedades como el cólera. Pero como este mundo es incomprensible, cuando marchamos hacia el tricentenario de la invención, un millón y medio de niños muere cada año por el agua y los alimentos contaminados con heces que se transmutan en diarrea.

Sin embargo, como lo comenta Gates, el verdadero problema está en el agua, y no se soluciona con la acertada medida de empacarle dos o tres botellas al tanque para disminuir su uso. Es necesario inventar nuevos tipos de inodoros, porque los existentes requieren diez veces más agua que nuestras necesidades diarias, y el agua que pareciera inagotable, se vuelve cada día más escasa. Hay, pues, que inventar y fabricar masivamente inodoros asequibles y sostenibles, aparejados con soluciones innovadoras que sustituyan a las letrinas y favorezcan el tratamiento de las heces.

El problema del agua está tomando unas dimensiones de catástrofe. Mientras se derrite y deshiela el Ártico, y se reduce dramáticamente la superficie helada de la tierra, surgen situaciones difíciles generadas por la ausencia del líquido perlático, que por otra parte hará subir el nivel del mar. Los Estados Unidos viven una época de sequía bíblica, que impactará al mundo, por lo menos en lo que tiene que ver con la producción de maíz y de soja, y los subsecuentes productos para alimentar pollos, cerdos y vacas, y todo lo que se desprende de pollos, cerdos y vacas.

En Colombia el fenómeno de “El Niño” está disminuyendo los caudales de los ríos. En departamentos como Risaralda y Cundinamarca ya se está advirtiendo la reducción de niveles normales de agua, impactando el abastecimiento de uso humano y agrícola.

El llamado universal, en el que encuentra sentido que el segundo hombre más rico del mundo escriba sobre inodoros, es a evitar el desperdicio de agua. Que no está representado únicamente en la manía de quienes se bañan como si vivieran en una represa, dejan las llaves abiertas o lavan el carro con el mismo despilfarro con que riegan el jardín. El índice llamado “huella hídrica” mide el líquido que se pierde “cuando consumimos o compramos en exceso productos que están lejos de ser aparentemente líquidos”. Como un par de zapatos.

El nuevo ministro del medio ambiente y el desarrollo sostenible tiene esa galleta entre las manos. Su entidad ya está divulgando información y una campaña preventiva sobre cosas que están hechas a base de agua y cuyo consumo debemos controlar. Pero falta, ministro Juan Gabriel, falta. Porque la cosa es grave. Crítica. Como para que el segundo hombre más rico del mundo se dedique a los inodoros.

 

Imagen:

California Institute of Technology Toilet Prototype

Doulaye Kone: Senior Program Officer for Sanitation Technologies and Tools at the Bill & Melinda Gates Foundation

©Bill & Melinda Gates Foundation/Michael Hanson