@cgalvarezg
Luego de superar la decepción de la noche entre 1999 y el año 2000, y que el apocalipsis del Y2K no se viera reflejado sino en las travesuras de Los Simpsons y Futurama, las personas que abogan buenamente por el fin el mundo tienen otra oportunidad este diciembre. Descartada la llave del milenarismo que nos haría esperar hasta la noche de 2999, cuando el más cierto fin sería el del mundo de nuestros huesos, los Mayas nos proporcionan excelente oportunidad de apaga y vámonos.
Ocurrirá el 21 de diciembre a las 11:21, cuando el llamado Calendario Maya de la Cuenta Larga termine su ciclo de 5.125 años. Las previsiones son enormemente positivas. Por un lado, las de quienes confían en que se acabe un mundo que no va para parte alguna, diferente de un faustuoso desastre. Por otro lado, las de quienes aseguran que de apocalipsis ya estamos hasta la coronilla, y que el 22 amanecerá esta misma tierra, pero con unos habitantes transformados física y espiritualmente, en el comienzo de una Nueva Era. Así, que tranquilos: se gana con cara o sello.
La primera alternativa tiene sus propios profetas. Gardeazábal en La Luciérnaga ha venido enumerando metódicamente la serie de anuncios luctuosos que preludian el fin del mundo. Tiene en El Porce un aparatico con el que mide movimientos de tierra, temblores y terremotos, la indocilidad de las mareas y los avatares políticos que nos devastan, sucesos encadenados gracias a la comprensión de quienes entienden el mundo como un todo y no como ese potpurrí de hechos aislados que nos venden las noticias.
Así se conjugarían, por ejemplo, el Huracán Sandy con los Vaivenes de Petro, fenómenos más que meteorológicos que afectan grandes ciudades como Nueva York y Bogotá. Esta última se salvó de otras profecías del Milenio y lo único que se está dañando poco a poco es el TransMilenio. Hay quienes ven señales en la relección de Obama y la elección de Petro. Aquí entra un elemento críptico, con el que espero no confundir a los lectores. Petro en latín significa “Piedra”. Por eso el alcalde siempre parece con la Petro afuera. O se le salta fácilmente la Petro. Lo cual tiene tratamiento médico gracias al método del Petroglifo: Petro (piedra), glyphein (tallar). Hay que tallar la piedra.
Para algunos Petrománticos (que ofician adivinación a través de Petro o Petromancia), Bogotá se adelantará a la fecha oficial del fin del mundo. Mientras la tierra entera tendrá que resignarse a desaparecer el 21 ó a la mutación espiritual de sus habitantes de ahí para adelante, la capital vivirá su propio apocalipsis. Lo ha dicho el mismo Alcalde, refiriéndose a la recolección de basuras: “Veremos qué pasa el 19 de diciembre”.
El fin del mundo es ineluctable y la ocasión no se puede desaprovechar. Por eso, en varios lugares ha comenzado a organizarse la rumba, la fiesta, el parrandón del fin del mundo. Para que, al menos, el adiós nos coja bailando. Justamente La W y Soho realizarán La Fiesta del Fin del Mundo (¡Guepajé!) en Theatrón, el 21 de noviembre, y así queden unos días para pasar el guayabo. Los asistentes (a quienes se les cumplirá literalmente el mantra de Vinasco en el sentido que no los esperen en la casa) podrán tomarse fotos con modelos Soho y beberse toda la champaña que les quepa. La música la pone DJ Natalia París, habrá diversiones y atracciones inéditas y un elemento informático, como corresponde a este tipo de eventos: HP y Windows 8. No se salvará nada.
Hasta el 21 de Diciembre éste será, pues, el tiempo del Fin del Mundo. Habrá bodas del fin del mundo, despedidas del fin del mundo, nacimientos del fin del mundo, Bogotá Despierta en el Fin del Mundo. La final del fútbol colombiano será la Final del Fin del Mundo y la última sesión del Congreso será la sesión del Fin del Mundo. Celebraremos el Día de las Velitas del Fin del Mundo y el 15 se gastará toda La Prima del Fin del Mundo. Como el 21 es viernes, ¡la vamos a pasar bomba! Serán un mes y un día irrepetibles.