@cgalvarezg
El 24 de febrero el Banco de la República incrementó la tasa de interés, instalándola en el 5,25% (lo viene haciendo en cada una de sus reuniones mensuales). Tomó la decisión sobre la base que la economía funciona como el chiste: una noticia buena y una mala. De las primeras hay solo una: el dinamismo de la economía colombiana en 2011, que parece extenderse a los primeros meses de 2012. ¿Malas? Casi todas. La desaceleración de la economía mundial y el aumento del precio internacional del petróleo, entre ellas.
Y también una que se clava en el globo del bienestar, como un torpedo letal: “el comportamiento del crédito de consumo sugiere que los hogares han elevado significativamente su grado de endeudamiento”. El incremento tendría como objetivo frenar ese consumo desbordado, cuyas razones vale la pena analizar con un poco más de detalle.
Y es que el consumo es una realidad delirante cuando uno se asoma a las grandes superficies, a los supermercados y a los centros comerciales. En cualquier día y hora, jornadas que se suceden independientemente de coincidir con fechas de pago. Experiencia de carne y hueso que ratifican cifras como que el consumo se disparó en la Navidad de 2011, que las ventas crecieron en 32,6% respecto al año anterior, que hubo compras navideñas por 9,9 billones de pesos –para cifrar en 19,3 billones los gastos totales en diciembre–, lo que significa que cada hogar del país se gastó 850.000 pesos en diciembre.
¿Quiénes están gastando de esa manera en Colombia? Hay, sin duda, un grupo pudiente que puede tener muchos orígenes: capitales holgados, buenos sueldos y mejores negocios, vale la clase media ampliada de los vaticinios positivos y también el torrente de la economía ilegal que mantiene y amplía sus agentes tributarios.
Hay también un grupo de personas que está viviendo más allá de sus posibilidades. Jalonados por la emulación malsana de los círculos sociales y succionados por una sociedad de consumo falsaria y ostentosa, están levitando fuera de las fronteras de su endeudamiento, nadando en el uso del plástico a tutiplay. Su vida de apariencias se apalanca en todo lo caro: colegios, carros, vivienda, muebles, viajes, clubes. La vida por las nubes.
Pero también hay un sector de colombianos que ya no puede sostener su nivel de vida por otro método que al debe. Es una clase media, sobre todo, que intenta agarrarse a la pared del vivir digno, sometida a los avatares actuales del empleo y los ingresos, y enfrentada a la quimera de la pensión y a la certeza de una vejez intranquila. Las personas de ese grupo están pasando el plástico para cubrir lo más elemental: el colegio de los hijos, el mercado, el pago de los servicios públicos.
Como lo señaló Oscar Moreno Cano en su libro “El ocaso global”, y como en realidad pasó en 2008, para unos y otros llegará el momento del derrumbe. Es decir, cuando la realidad de la deuda exacerbada reviente los bolsillos y no haya con qué pagar. Entonces para muchas personas empezará la vida vergonzante, la que está llevando el 15% de las personas en los Estados Unidos, que están aumentando y llenando las llamadas “Obamaville”.
“Antes de llegar acá me pasé varios años en el rebusque–-declaró una persona que llegó a una de estas ciudades de carpas–, durmiendo en moteles de mala muerte, aferrándome a un estilo de vida que ni podía sostener. Pero el trabajo se esfumó y no veo que las cosas hayan mejorado”. ¿A quién le puede pasar? “Es triste llegar al final de la vida en estas circunstancias –-le confesó una habitante de esa nada el domingo a Sergio Gómez Masseri en El Tiempo–. Uno no se imagina que algo así le pueda pasar”.
Como todas las cosas que se salen del marco de la vida feliz, rechazaremos esas visiones de miseria en los Estados Unidos, diciendo que eso es allá y no acá. Pero el mundo no se globaliza por partes. Ni las leyes de la economía se aplican con copitos de algodón.
¿Qué hacer? Tal vez la educación financiera que promulga acertadamente Asobancaria deba tocar el tema y no simplemente apelar a la forma más conveniente de insertarse en el sistema. En ese sentido, deberían considerar para vivir algunos de los consejos de Jeremy Grantham “para tener inversiones seguras y rentables”.
Conozca sus límites: bájese de ese dirigible que predica que el ser humano no los tiene. Recuerde: el derroche es un zeppelín. Filtre el estímulo de la sociedad de consumo, de sus vecinos gastadores. La codicia no es buena consejera. Sea paciente y mire a largo plazo. Como recomienda Grantham: contenga en sus gastos el optimismo natural. Trate de ser valiente y aprenda a decir “no”.
Haga algo. Para que el balance de su ejercicio en curso, no sea negativo. Usted no podrá echarle la culpa a la economía exterior como los Fondos de Pensiones y el Banco de la República. Será responsable de no hacer lo que estaba a su alcance.