La guillotina de la condena pública ha cortado la cabeza de “El bolillo” Gómez, hombre público y reconocido, sentenciado por la injustificable acción de violencia contra una mujer anónima bajo la influencia del alcohol. El público ha abandonado la plaza y retornado al carrusel de las noticias, con el alma abonada de alegría por el resultado del juicio veloz y el triunfo de la selección Colombia en el Mundial Sub 20. Pero no hay silencio en el cadalso…
Sorprende que la historia haya pasado por tantas manifestaciones de histeria colectiva y soportado propuestas vesánicas, como meter ya a “El bolillo” en un tratamiento psicológico y nombrarlo apóstol paralelo para que fuera por el mundo con una charla y una presentación en power point, evangelizando contra el maltrato de la mujer.
En un país donde cada minuto se ejerce la violencia contra seis mujeres, no puede haber una lección más ejemplar. Es el fruto de un mal manejo de la vida privada en el reino de los medios de comunicación, las redes sociales, los correos electrónicos y los smartphones. Representa un gran avance en la lucha contra el flagelo, personificada en el castigo implacable contra el maltratador, a quien no hemos comprendido y sí destrozado como hombre.
Pero muchas personas quedaron con la sensación que un asunto privado fue resuelto a través de un expedito y precipitado sumario público. ¿Por qué en la Urna Virtual, de 22.000 personas que responden a la pregunta que si “El bolillo” tomó la mejor decisión al renunciar, casi el 49% responde que “No”? La W y El Tiempo inquieren si se debería iniciar un proceso penal contra “El bolillo”. Por el “sí” responde el 54% de los encuestados. Por el “No”, el 32%. ¿Por qué no existen opiniones mayoritarias categóricas como la descalificación pública que llevó a la renuncia? Me permito hacer estas reflexiones:
1. La mujer violentada. La gran ausente de este debate ha sido la mujer golpeada. Cualquier explicación de ese alejamiento, puede llevar a confusas interpretaciones. Así le ha pasado a la senadora Liliana Rendón, cuyas declaraciones a Yamid Amat, han terminado como si estuviera justificando los mamonazos de “El bolillo”. Para que situaciones como esta sean asumidas como el problema de salud pública y de perversión cultural que es, se necesita que las mujeres dejen de ser víctimas silenciosas. Por más que la ley faculte a otras personas para que denuncien, creo que el gran ejemplo debe darse en la conciencia de las propias mujeres que hacen valer sus derechos. Pero hasta las autoridades se concentraron en “El bolillo” y no en los derechos de la mujer agredida.
2. La mala asesoría. Considerando el temperamento mercurial de “El bolillo”, su carencia de inteligencia emocional, e incluso su ya demostrada condición de una visibilidad pública de persona grosera y mal hablada (tras la que se esconde, como muchos lo han dicho, un hombre bueno, cariñoso, nervioso, tímido, agobiado por la presión colectiva), al entrenador le contrataron una agencia asesora de comunicaciones. Como para que no fuera a salir con cosas como “echar reversa para atrás”, ni se escapara de la ropa. El consejo, cuando el escándalo comenzaba a calentarse, fue que emitiera un comunicado de arrepentimiento, pidiendo excusas a todas las mujeres, menos a la que golpeó. Mal camino se tomó. Hubo poco conocimiento de una emoción subyacente contra “El Bolillo” en la conciencia social, de la condición hiriente del tema, de la dimensión del error cometido en un momento específico y el poder actual de los medios de comunicación, de las líneas abiertas y de las redes sociales. Nada de “timing”, del sentido de la oportunidad. “El bolillo” debió reconocer no a través de un comunicado sino personalmente su culpa y su error y apartarse indeclinablemente de su cargo el lunes a primera hora. Y acogerse a una investigación. No dejar que rodara esa bola de nieve. ¿No le dio ese consejo Francisco Maturana, su contraparte de sensatez, cuando le comentó que la había “embarrado”? ¿Por qué esperar a que lo sacaran a bolillazos, sobre todo, después de dejar al patrocinador sin alternativa?
3. Cosecharás lo que siembres. Creo que con este incidente torpe del entrenador, el país ha saldado una factura de molestia e inquina que siempre se había quedado sin pagar. Para los directivos del fútbol colombiano queda la pregunta si en estos tiempos, vale la pena ir contra viento y marea y conservar a un hombre que da brillantes resultados deportivos y genera conflictivas situaciones humanas y de relaciones públicas, a pesar de saber que tiene una posición de hombre social, que está en la mira de diversos sectores, y a quien se le exige una actuación ejemplar. ¿Tiene sentido el principio “no importa que sea inestable emocionalmente, con tal que el equipo gane”? ¿La gran inversión del fútbol debe consistir en educar antes a deportistas y entrenadores y relacionados para moverse en la vida del siglo XXI, en medio de las pasiones?
Como dicen en la radio, esto no terminó. Apenas comienza.