Todas las personas que piensan que la alcaldía de Samuel Moreno ha sido un fracaso y un retroceso para Bogotá tienen un único e irreversible contradictor: el Alcalde Samuel Moreno. Eso, que puede pasar como la desafortunada elección de una perogrullada para comenzar un texto, tiene sentido al leer el suplemento pagado “Adelante Bogotá”, que la Alcaldía Mayor puso a circular el domingo 20 de marzo con la edición de El Tiempo.
Queda claro que la Alcaldía tiene otra lectura de su papel en la ciudad y que los otros ciudadanos están mal informados o son víctimas de una predisposición emocional, causada por las dificultades que les opone la mayor apertura de frentes de trabajo creada nunca y que cuando termine dejará una capital favorablemente transformada.
Puede pensarse que una cosa piensa el burro y otra el que lo está enjalmando. Que es deber de un Alcalde defender su trabajo, incluso contra la verdad palpable. Válido. Pero no he visto una persona con mayor confianza y seguridad en la custodia de su mandato, que el calumniado y vilipendiado Samuel Moreno.
Samuel Alcalde asegura que “cada semana entrego, una vía, un colegio, un jardín infantil”. ¿Por qué no se informa entonces sobre el avance social de la ciudad? Para quienes reflexionan sobre la transformación de Bogotá en tiempos de su abuelo, el General Rojas Pinilla, Samuel responde: “mi abuelo estaría feliz de las bases de futuro que estamos construyendo para esta ciudad”. Vaya, vaya. Y para quien piense que esto es solo desastre por venir, Samuel aclara: “en los nueve meses que nos quedan de mandato vamos a consolidar los grandes procesos de transformación que iniciamos”.
Puede pensarse que Samuel es un gran exponente, no el último en este país, de la Escuela Cínica. Pero también se puede pensar — insisto, por la forma radical y enhiesta como el hombre defiende su trabajo– que esta Alcaldía es un iceberg: tiene una parte mínima que se ve, se malinterpreta y crea la imagen de un Alcalde inepto; y una octava parte del volumen total de una obra de gobierno que permanece sumergida, pero que es colosal y definitiva.
El próximo jueves 24 de marzo a las 8:00 de la mañana, Samuel Moreno va a rendir en el Palacio de los Deportes un informe de sus tres años de gobierno. La gente puede ir a enterarse de lo que ha pasado, y entender si es verdad o el Alcalde nos va a meter los dedos en la boca. Pero esa debe ser la tarea de los ciudadanos que votaron por Samuel Alcalde, arrepentidos o no, y de los que no votaron por él: conocer exactamente qué ha hecho. Y manifestarle su apoyo o su rechazo.
Puede ocurrir también que su Alcaldía, como la de Lucho Garzón, haya fracturado aún más la vida social de la ciudad. Es decir, que su gobierno sólo tuvo en cuenta a la mayoría desposeída de la ciudad, para la que ha construido y trabajado, y que lo aplaude en cada una de sus visitas, pero no tiene voz alguna en los medios de comunicación de los otros estratos.
De ser así, el gran fracaso de este mandato habría sido ciudadano, porque quienes encuentran apocalíptico su paso por Bogotá, reseñable tan solo en el orden caótico de las tragedias (“por Japón pasó un tsunami y por Bogotá pasó Sammy”, es uno de los interminables chistes que ha generado el personaje), no fueron capaces de removerle su mandato y de ponerlo de patitas en el asfalto. Y seríamos tan culpables como él del acabose de Bogotá.