Lo que me llevó a escribir este artículo se inspira en lo que ha sucedido en estos días de confinamiento, mi hijo de 18 años decidió cocinar todas las recetas que nunca había hecho, mientras me servía una deliciosa pasta que preparó para mí, una abeja empezó a rondar dentro de la casa. —Yo vivo en uno de los sitios de Bogotá con mayor congestión vehicular, comercio, bancos, bares y restaurantes—.

Jamás me habría imaginado que en una zona de tanto caos, algún día bailara una abeja, sí, así como lo leyeron, ver bailar a una abeja entre las paredes de mi hogar.  Este bello insecto que sostiene una comunicación muy compleja con todas las de su especie, mientras estuvo en mi casa, nunca se vio estresada, ni tampoco se sentía enviando sonidos que indicaran señal de peligro, solo se limitó a volar y disfrutar del paisaje, se sentía tranquila, plena y a salvo.

No es muy común ver este tipo de animales en un apartamento y mucho menos en el centro de la ciudad. Según la Organización Mundial de la Saludalrededor del 91 por ciento de personas vivimos en lugares donde los niveles de calidad del aire exceden los límites aceptables y ver este tipo de especies es algo atípico.

Esta abeja me permitió notar cómo las solitarias calles de la capital están siendo testigo de esta pandemia, que, sin darnos cuenta, está cambiando nuestro estilo de vida, nuestras prioridades, metas y sueños. Este nuevo coronavirus (COVID 19), que está afectando de manera desmesurada la salud pública y la economía mundial, en este momento tiene sólo un gran beneficiado: la naturaleza y a nosotros como humanos nos está dando una gran lección.

La bióloga de la Universidad Libre, Jimena Bohórquez lamentó las consecuencias del (COVID-19), e hizo un llamado al optimismo, puntualizando como en medio de este panorama el efecto positivo que ha tenido es a nivel ecológico. “Se ha visto el retorno de cardúmenes de algunos peces, aves y hasta se han registrado delfines en algunos puntos específicos de los canales que da a entender que los animales están ahí, pero viven escondidos”, afirmó.

 

El también biólogo e investigador de enfermedades infecciosas, Wilmer Mosquera, explica que los resultados revelados por las agencias espaciales son la forma de entender que la naturaleza “se tomó un respiro”.

La pandemia llegó en el momento en el que las naciones estaban creando estrategias para cumplir con los compromisos adquiridos en el Acuerdo de París COP21 (2105), de acelerar e intensificar acciones e inversiones para un futuro sostenible y bajar emisiones de carbono.

Gobiernos, academia, empresas, entidades público-privadas, jamás imaginaron que una pandemia les agilizaría sus procesos para combatir el cambio climático.

La restricción de la movilidad, la reducción de operación de las industrias y el resguardo temporal en casa conlleva a implementar una economía consciente, consumir lo necesario, lo local y usar recursos de manera eficiente.

La misión Sentinel 5P de la Agencia Espacial Europea registró en China una disminución aproximada del 40 por ciento de la emisión del dióxido de nitrógeno, —un gas contaminante generado en su mayoría por los vehículos a motor —.

Las fotografías publicadas por las agencias espaciales detallan con rojo y naranja los puntos críticos de la contaminación e ilustran como después de cuatro meses de reducción de la actividad humana estos se han tornado de color azul. La Nasa y la Agencia Espacial Europea registraron en sus satélites una notable reducción en la emisión de gases contaminantes en China y Europa.

Ni en Bogotá, ni en Colombia en general, se ha calculado con exactitud cuánto se ha beneficiado el ecosistema. Es probable que con este respiro en unos meses lo podamos saber. Por ahora, todos los sectores seguiremos concentrados para que la pandemia acabe rápido y deje los menores daños posibles. Mientras tanto, la naturaleza seguirá disfrutando de un respiro y será testigo de cómo la humanidad se volverá más consciente teniendo presente que es más importante la contemplación que la depredación.