Rodearnos de naturaleza, tiene un impacto positivo en nuestras emociones y forma de pensar, es una conexión que facilita grandes atributos en el ser humano y por ende, solidos cimientos en la sociedad.
De la misma manera, la disociación con ella está demostrando efectos negativos en la salud mental y física y consecuentemente sociedades con altos índices de ansiedad y estrés. Estudios han demostrado que actuales modelos de desarrollo, están afectando el bienestar de la colectividad.
El ser humano ha coexistido durante miles de años con especies naturales, está en su esencia y ADN la necesidad de la conexión con la naturaleza. Desde su origen es un requisito para su balance, polo a tierra y conexión con la divinidad. Esta conexión innata del ser humano con plantas y animales se llama Biofilia, término descrito por el biólogo Edward O. Wilson en el año 1984, cuando señaló que los seres humanos encuentran paz y armonía cuando tiene contacto directo con seres vivos, ya sean plantas o animales. Esta necesidad que existe en los genes está llamando a los seres humanos a volver a su instinto de impregnarse de los ecosistemas naturales.
El científico social suizo y filosofo práctico, Werber Ulrich ha sido un académico que ha explicado ampliamente el efecto de los entornos naturales en la salud y el bienestar humano. Ulrich, en su investigación, ha revelado que las zonas verdes no solo promueven la relajación y la recuperación emocional, sino que también pueden aumentar la capacidad cognitiva y mejorar la concentración.
Esta conciencia, presente en algunos territorios, principalmente en países nórticos, algunas ONG y propietarios de tierras con altos estándares de moralidad y solidaridad, a través de la conservación de hábitats naturales estratégicos y la promoción de prácticas agrícolas sostenibles están aliviando en gran medida, impactos negativos del desarrollo no sostenible que por muchas décadas nos arrasó.
Una de las modalidades para proteger los ecosistemas, fortalecer la conexión con la naturaleza y evitar la degradación, es a través de las reservas naturales, figura que contribuye en la restauración de espacios. Según Andrea Svensson, bióloga experta en reservas Naturales y estudiosa de los ecosistemas, las reservas, son espacios que contribuyen a la mitigación del cambio climático, actúan como sumideros de carbono y ayudan a mantener la salud de los ecosistemas locales, lo que a su vez fortalecen la resiliencia de las comunidades ante los impactos climáticos.
Según Svensson, invertir en la creación y gestión de reservas naturales en áreas rurales representa una oportunidad invaluable para recuperar y potenciar los servicios eco sistémicos, al tiempo que se promueve el desarrollo sostenible y se protege la biodiversidad.
La restauración de humedales, igualmente, atraen de nuevo especies migratorias y nativas, devolviendo una espectacular dinámica del ecosistema, que a cualquier persona le levantará el ánimo a ver un alboroto de aves llegando a los espejos de agua.
En resumen, las reservas naturales no solo son vitales para la conservación de la naturaleza, sino también para el bienestar y la sostenibilidad de las comunidades. Sin lugar a dudas, las reservas son núcleos indispensables para la desintoxicación del planeta.