La naturaleza, cómo sinónimo de bienestar, ha sido reconocida y narrada tanto por diversas cosmogonías ancestrales, como por grandes especialistas en salud mental, entre ellos el estudio de la National Geografic, “Más naturaleza, menos locos” que afirmo que a interacción con la naturaleza está comenzando a ser reconocida como una forma de mejorar la salud mental. Señala que varios estudios científicos han demostrado que las experiencias en la naturaleza pueden beneficiar el bienestar psicológico y la función cognitiva de las personas.

 

El marco creado por las Universidades de Washington y Stanford para que los planificadores urbanos de todo el mundo puedan comenzar a medir los beneficios para la salud mental de la naturaleza e incorporarlos en los planes y políticas para las ciudades y sus residentes ha dado herramientas a entidades para ver los resultados de esta sana interacción.

Ya que la National Geografic en su estudio  “Más naturaleza, menos locos”, comprobó que «La experiencia de la naturaleza se asocia con un aumento de la felicidad, el compromiso social, la capacidad de gestión de las tareas y la disminución de la angustia mental«, ahora viene la gran tarea de viabilizar  ese acercamiento y viene el gran desafío, de buscar la manera de seguir aliviando el peso del cemento de áreas urbanas e incorporamos la  energía de la naturaleza.

Las ciudades como nodos cruciales de actividad humana, requieren para su bienestar y sostenibilidad la integridad de los ecosistemas que las rodean. Erik Gómez, del IPBES, la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas, proporciona una visión clara de cómo la naturaleza mejora la calidad de vida en las ciudades.

La necesidad de esta integración, urbe – naturaleza, está llevando a muchas ciudades a Re naturalizarse, a atajar la contaminación  y a ser más resilientes con el cambio climático, haciendo que el  diseño y la conservación de espacios esté cada vez más incorporando  en la arquitectura  biofílica.

En este sentido, investigadores como Kaplan y Kaplan explica cómo la presencia de zonas verdes impacta en la psicología humana. Sus estudios han demostrado que la exposición a la naturaleza, incluso en entornos urbanos, puede tener efectos positivos significativos en el estado de ánimo, reduciendo el estrés y mejorando la salud mental. Como sugieren, «la presencia de áreas verdes en las ciudades proporciona un refugio vital para el descanso y la recuperación del estrés urbano cotidiano».

Al reconocer el valor de estos hallazgos, es evidente que la conservación y promoción de zonas verdes en entornos urbanos no es simplemente una cuestión estética, sino una necesidad fundamental para el bienestar de los habitantes urbanos. Como señala Erik Gómez, integrar la naturaleza en la planificación urbana no solo beneficia a las personas, sino que también fortalece la resiliencia de las ciudades ante los desafíos ambientales y sociales del siglo XXI.

En resumen, según  Andrea Svensson, bióloga experta en reservas Naturales y estudiosa de los ecosistemas naturales, la conexión entre la naturaleza y la psicología humana subraya la importancia crítica de preservar y potenciar los espacios verdes en nuestras ciudades como una inversión en la salud y el bienestar de las generaciones presentes y futuras.

Las soluciones basadas en la naturaleza, son una excelente oportunidad para recuperar y rediseñar los espacios para promover y potenciar estos beneficios como estrategias clave para recuperar no solo la naturaleza local, sino también la calidad de vida de las personas. por ejemplo, los jardines de mariposas resultan ser una excelente opción para pequeños espacios que, con tan solo algunas plantas, se pueden observar polinizadores como mariposas y sus predadores como aves que se dejaron de ver por décadas, en lugares degradados.

 

Además de resaltar la importancia de conservar los servicios ecosistémicos en áreas urbanas, existe una oportunidad única para recuperar y potenciar estos servicios a través de la creación y gestión de reservas naturales tanto en áreas urbanas como rurales. Estas reservas, que pueden ser parques naturales, reservas biológicas o áreas protegidas, desempeñan un papel crucial en la preservación de la biodiversidad y la prestación de servicios ecosistémicos esenciales para las comunidades circundantes, ya sean urbanas o rurales.