Por: C.P. Mauricio Guillermo Díaz Villate

 

El IESBA (International Ethics Standards Board Of Accountants), un consejo de la IFAC en búsqueda del fortalecimiento de la profesión emitió  el Código de Ética para Profesionales de la Contabilidad relacionando normas de altas calidades profesionales y otros pronunciamientos  para que sean utilizados por los especialistas de la contabilidad en todo el mundo. Los encargos de auditoría  son de interés público, y en consecuencia el código de ética  IFAC y la NIA 220 exigen que los miembros del equipo de auditoría, las firmas  y las redes sean independientes del cliente, es decir, tienen que presentarse imparciales frente al cliente, ya que de no ser así  faltaría la objetividad necesaria  para la confiabilidad de su trabajo, sin importar su excelencia en su habilidad técnica. El termino independencia exige una actitud de imparcialidad legal que reconoce la obligación de honradez intelectual y justicia con sus clientes, acreedores y otros usuarios  como accionistas y proveedores.

 

La independencia advierte una actitud mental que permita expresar una conclusión sin influencias que comprometan el juicio profesional, permitiendo que un auditor actué con integridad, objetividad y escepticismo profesional. Además, requiere una independencia aparente, evitando hechos y circunstancias que son tan relevantes que un  tercero con juicio y bien informado, apreciando todos los hechos y circunstancias específicos, probablemente concluirá que la integridad, la objetividad o el escepticismo profesional o del miembro del equipo de auditoría se han visto comprometidos.

 

El marco conceptual IFAC  se aplica con el fin de identificar las amenazas tales como: de interés propio, de auto revisión,  de abogacía, de familiaridad y de intimidación en relación con la independencia, evaluar la importancia  de las amenazas que se han identificado y si es necesario, aplicar salvaguardas instituidas por la profesión o por disposiciones legales o salvaguardas en el entorno del trabajo para eliminarlas o reducirlas a nivel aceptable, si no se logra minimizar el origen de estas amenazas el profesional puede poner fin al encargo de auditoría.

 

Es hora de indagar si se practican realmente estas normas de carácter  público, ya que algunas partes interesadas han mostrado su preocupación en relación con la eficacia y valor agregado de las auditorias en el ambiente empresarial actual. Cuando se acepta la opinión de un auditor, se da por sentada no solamente su calidad moral y ética, sino también la certeza de que actúa como un verdadero experto en la materia, es decir, el examen y resultados que emite son confiables.

 

Es increíble que  empresas públicas y privadas a nivel nacional e internacional lleven más de 10 años sin cambiar de auditor. La tendencia general es cuanto mayor es la empresa menor será la frecuencia de cambio, presentándose  amenazas de familiaridad, abogacía y intimidación debido a una relación prolongada o estrecha con un cliente o con la entidad para la que trabaja, el profesional de auditoría se muestra demasiado afín a sus intereses  o acepta con demasiada facilidad su trabajo. Son situaciones que son incompatibles con las normas IFAC y NIA 220 que serian deseables en materia de independencia. Por más que los principales socios auditores roten con regularidad, todavía persiste la amenaza de familiaridad.


Es conveniente proyectar la rotación obligatoria de las firmas de auditoría y no solo de los socios auditores. Rotar firmas y socios promueve y mantiene el dinamismo y objetividad del mercado de auditorías. Los auditores emiten un dictamen independiente sobre la salud financiera, administrativa y operativa de la entidad, lo ideal sería  que no tuvieran ningún interés comercial,  ni prestar servicios distintos de la auditoria, además, ser  firmas de auditoría pura con funciones  similares a una unidad de inspección y vigilancia.