Por: Laura Wagoner Downing, CFE

Alguien normalmente sabe

La Universidad de Duke ha sido recientemente criticada después de que un denunciante sostuviera que esta universidad y algunos de sus profesores habían utilizado datos falsos para obtener fraudulentamente donaciones de investigación federales. La demanda también alega que ignoraron las señales de advertencia sobre el trabajo de Erin Potts-Kant, un ex técnico de laboratorio que supuestamente falsificó o fabricó datos que entraron en 29 informes de investigación médica. Una demanda del ex analista de laboratorio Joseph Thomas sostiene también que algunos de los profesores trataron de encubrir el fraude de Potts-Kant.

Si bien la estafa en sí es digna de mención, podría nunca haber salido a la luz sin el valor del denunciante para revelarlo. No importa qué tipo de organización dé la noticia – ya sea una planta de fabricación, una empresa de ventas y marketing, un importador, una organización sin fines de lucro, una universidad o una entidad gubernamental – cuando alguien se comporta mal, alguien por lo general siempre llega a enterarse.

Las organizaciones tienen procesos y personas complementarias y superpuestas, por lo que la comunicación se produce y la información se transfiere todo el tiempo. El fraude rara vez ocurre en el vacío. Los delincuentes raramente se detienen a considerar los efectos de sus acciones para sus organizaciones y las personas que son testigos y / o cómplices en el fraude, y tampoco permiten que las consecuencias potenciales cambien su comportamiento.

Entonces, ¿quién es aquél que sabe secretamente que estos criminales están cometiendo sus crímenes y no lo reporta? ¿Cómo ha llegado a saberlo y por qué no siempre se acerca a la justicia para revelar el fraude?

Un artículo del 13 de julio de Elizabeth Svoboda en The Washington Post explora este fenómeno de permanecer en silencio. Según el artículo cuyo título en español sería algo así como «Lo que hace que los denunciantes denuncien mientras otros permanecen en silencio», los denunciantes son relativamente raros. Un estudio experimental reciente del psicólogo Piero Bocchiaro afirma que menos de una de cada 10 personas informan sobre una figura de autoridad haciendo algo poco ético. (Vea el estudio aquí.)

¿Quiénes?

Estos observadores silenciosos pueden ser cualquier persona en una organización. Después de trabajar por más de 30 años en el mundo de las corporaciones norteamericanas, he descubierto que estas posiciones probablemente sabrán del mal comportamiento (con ejemplos para cada uno de mi experiencia personal):

La gente habla. Es la naturaleza del negocio. Algunos jefes son abiertamente francos con sus empleados y comparten detalles y opiniones. Las reuniones de la gerencia pueden tolerar el mal comportamiento o incluso dirigir o tolerar el fraude. Los campos de golf y muchos otros eventos de la empresa son excelentes lugares para escuchar acerca de los planes y decisiones que podrían defraudar a la empresa.

Los empleados pueden escuchar las conversaciones. Los pequeños detalles que recogen con el tiempo pueden sumarse a senderos completos de información que conducen al fraude. Los empleados también pueden procesar una gran cantidad de papeleo de la empresa como parte de sus trabajos, lo que puede poner al descubierto las estafas fraudulentas.

Hay muchas razones por las que varios empleados pueden evaluar moralmente la situación antes de tomar la decisión de no confrontar, informar o buscar justicia para la empresa. Aquí están las razones potenciales por qué los empleados optan por no sonar el silbato:

Los empleados tienen que ser valientes para mantenerse en contra de la marea del mal comportamiento en el trabajo. No están seguros de que las recompensas sean mayores que los riesgos. Las consecuencias de reportar el fraude podrían ser abrumadoras a menos que sus escrúpulos sean lo suficientemente intensos como para hacerles optar por la verdad y la justicia.

El buen comportamiento no se valora de la misma forma ahora que cuando empecé mi carrera hace más de tres décadas. La mayoría de la gente en ese entonces tenía al menos cierta resistencia simbólica ante las mentiras, el engaño y el robo abiertos. Ese no es el caso de nuestros días.

Para hablar con franqueza, la transparencia y las normas fiduciarias para proteger una empresa no han cambiado; sin embargo, la gente sí que ha cambiado. Creo que el valor se ha alejado, y la gente simplemente quiere seguir el camino que les opone menor resistencia. La alternativa es difícil – más no popular – y rara vez resulta en algo positivo para ellos a nivel personal.

Sin embargo, no se equivoquen: Una de las verdades de la conducta fraudulenta es que alguien normalmente sabe de ello.

Laura Wagoner Downing, CFE

Laura Wagoner Downing, CFE, es propietaria de un negocio de consultoría llamado Carpe Veritas ~ Pursuit the Truth. Downing trabajó como contralor y contador de costos durante casi 30 años en industrias para la fabricación de equipos pesados, impresión y publicación, automoción, ventas / marketing y sin fines de lucro.

El anterior artículo cuenta  con la autorización original de la Revista de Fraude de la Asociación de Examinadores de Fraude Certificados,ACFE Capítulo México, donde se realizó la publicación primaria, y se autorizó su publicación en www.auditool.org