No se corre el telón en el drama de los medios.

Su trama se resume en una sucesión de escenas que penden de los hilos de la publicidad que determina su existencia en el mundo capitalista de la aislada aldea en que vivimos, donde los dueños del teatro en que estamos, son unos pocos que ostentan el poder económico y político.

Esos pocos impiden, a la gran mayoría, participar de la trama o, como espectadores, poder ver con claridad lo que sucede en el escenario cubierto de sombras que impide la visión clara de las cosas que se suceden detrás del telón que manipulan las fuerzas, omnipotentes y omnipresentes, de esa aldea que dicen llamarse Colombia, sometida a los Intereses de los muy pocos que tienen todo, contra los muchos que no tienen nada.

Se va un medio de información independiente que no pudo mantenerse en un lugar donde los pocos determinan que los demás deben ser dependientes y nunca autónomos.

Ellos son los que manejan, como propios, los bienes y servicios que constituyen el “bien bien común” que debería ser de todos los colombianos.