He querido tratar este tema de ISAGEN, tan de moda en estos días, con la referencia de aprendizaje que un conflicto como este permite aprovechar para explicar mis convicciones, también en el orden de lo público, pues parece evidente que, detrás de situaciones como las que presenta el negocio de ISAGEN, nuevamente, se esconden intereses bastante oscuros de personajes que se dicen preocupados por las políticas de Estado y su afectación en el conglomerado nacional.
Si miramos, a fondo, los planteamientos, se desprenden conclusiones que llevan a pensar en los desafueros que parecen marcar nuestro destino, liderado por la corrupción o por ignorantes que pretenden hablar de lo que no conocen. Aprovechando cualquier posición de liderazgo, salen a defender sus intereses, en contra del bien común. En otros casos, aparecen idiotas útiles de las mafias que desangran al Estado y que se encuentran enquistadas, frecuentemente, en lo más alto de la sociedad y del gobierno nacional para, de la misma forma, continuar con su labor depredadora y destructiva del patrimonio nacional.
¿Cuál es la función primordial del Estado?
El Estado es responsable de mantener la cohesión de todos y cada uno de sus miembros, garantizando el libre ejercicio de sus derechos naturales, en medio de un ambiente de libertad responsable que promueva el entendimiento de las partes, en medio de las diferencias propias que se dan entre los individuos, únicos e irrepetibles, que conforman la sociedad y los grupos con los que se integran; con el ánimo solidario de progresar y desarrollarse, para realizarse integralmente como seres que tienen cuerpo, intelecto y espíritu
( https://books.google.com.co/books?id=YTfVAAAAMAAJ )
En este orden de ideas, el ambiente en que se desarrollan las actividades del Estado debe propender por tales conceptos fundamentales y sus acciones para llevarlos a cabo.
Las otras actividades que pueda realizar, en un momento determinado, nacen de estos mismos ideales expuestos y, evidentemente, tienen que asegurar una economía sostenible que le permita mantener su gestión a largo plazo.
Para ello, el Estado tiene que disponer de recursos que salen de un proceso que le es inherente y que es consecuente con los ideales expuestos. Tiene que asegurar la distribución de oportunidades para la diversidad de miembros de los cuales es responsable. Miembros que tienen ideales diferentes y, por tanto, caminos distintos para lograrlos.
El tema, así entendido, tiene que ver con equidad, más que con igualdad. Pues un tratamiento igual para personas diferentes, se constituye en el régimen más injusto y oprobioso que se pueda imaginar. Algo que los marxistas no pudieron nunca entender
( https://www.youtube.com/watch?v=Xu9AEFhGRRk )
El medio por el cual el Estado asegura su proceso, es el desplieguue de la justa distribución del ingreso de sus ciudadanos, de manera que pueda, por vía de tal distribución, asegurar el bienestar social de todos sus asociados, acorde con su dignidad de estado y lo que cada uno considera como su propio bienestar: físico, intelectual y espiritual
( https://books.google.com.co/books?isbn=9580489947 )
En este orden de ideas, el Estado no está para hacer negocios con los ciudadanos y, mucho menos, para competir con sus iniciativas emprendedoras que, de darse, conformaría, como ha sido el caso, en muchas circunstancias, una batalla muy desigual: entre el Estado, que se asocia con algunos miembros de la sociedad (caso ECOPETROL e ISAGÉN, en Colombia) y el espíritu emprendedor de ciudadanos independientes que no cuentan con esa oportunidad privilegiada de estar protegidos por la sombra del Estado.
Una alianza perversa, que privilegia la situación de unos miembros de la sociedad en detrimento de otros, favoreciendo, en algunos casos, los monopolios de Estado (ECOPETROL); o, en otros casos, apoyado, de manera desigual, actores privados de la sociedad que, aliados con el Estado, logran disponer de información privilegiada para sacar ventaja de los negocios en los que se involucran (ISAGEN).
La función distributiva del Estado está exigida por la captación de impuestos procedentes de los que más tienen, para distribuirlos entre los que menos tienen y la sociedad como un todo, por medio de bienes y servicios que se orienten a acrecentar el patrimonio físico, intelectual y espiritual de la nación. Aquello que conocemos como el ¨bien común¨.
En este orden de ideas, la venta de ISAGEN, no solo termina con este tipo de operaciones empresariales del Estado, que no le corresponden sino en momentos de coyuntura (por ejemplo, salvar de una crisis a un sector productivo muy importante y con alta generación de empleo). Y permite, con inversión en infraestructura, mejorar el bienestar de los ciudadanos y proveer condiciones de competitividad para todos los empresarios, como resultado de la inversión en mejores vías que permitan acceder a los mercados internacionales, con menores costos y con mayor oportunidad. Inversiones que, en la medida en que el país progrese, beneficia a todos los ciudadanos y no a un mínimo de personas asociadas con el Estado.
La recuperación de tales inversiones se logrará en la medida en que la competitividad del país, por tal motivo, mejore. Los campesinos podrán llevar sus productos, con mayor eficiencia, a los centros de consumo. Y, el Estado, por vía del progreso promovido, captará más impuestos y podrá continuar, con eficiencia, su responsabilidad social distributiva.