Todas las grandes empresas de hoy incluyen en su ‘core’ ser sostenible. Pero, ¿qué implica serlo?, ¿cómo se puede mantener un crecimiento exitoso de la compañía sin sacrificar los recursos de las próximas generaciones? Es todo un reto lograrlo. Por un lado, se necesita un compromiso real de quienes definen dichas políticas en la compañía. Por el otro, es importante definir la sostenibilidad desde la innovación y la solidez de la empresa a largo plazo. En BASF, por ejemplo, desde nuestro propósito ‘Crear química para un futuro sostenible’, vemos esta sinergia como una cuestión de química, compuesta de tres ingredientes esenciales: el ámbito social, el económico y el ambiental. Como ocurre en la química real, esta mezcla necesita exactamente de la misma cantidad de cada elemento, porque el éxito del resultado depende del equilibrio en el beneficio de cada uno de ellos.

La sostenibilidad corporativa es un enfoque de negocios que crea valor en el largo plazo para los inversionistas, aprovechando las oportunidades y gestionando los riesgos provenientes de los desarrollos económico, ambiental y social. De este modo, es importante establecer que el desarrollo sostenible a nivel empresarial no establece diferencia o jerarquías entre lo social, lo ambiental y lo económico. Por eso, por ejemplo, aunque exista la preocupación por un beneficio económico, este no puede suceder sin tener en cuenta el impacto ambiental o dejando de lado el compromiso social de la empresa. De manera similar, no podríamos crear un producto que tenga únicamente un impacto social y ambiental positivo si dejamos de lado el ámbito económico. Finalmente, es importante generar recursos económicos que rentabilicen el negocio y brinden una solidez a la economía de una empresa y estabilidad a las personas que trabajan en ella.

El desarrollo sostenible se trata de equilibrio, de pensar empáticamente y de manera disruptiva e innovadora hacia el futuro.

Por eso, desde las compañías debe existir un genuino interés por la creación de nuevos productos y soluciones en alianza con clientes, proveedores y organizaciones del sector público o privado, que desde la innovación tengan en cuenta estos tres pilares y que puedan dar respuesta a necesidades sociales y ambientales. De este modo, no solo alcanzamos a nuestros propios objetivos o los de nuestras demás audiencias, también respondemos a nuestra obligación de contribuir eficazmente con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas para el año 2030.

Otra razón por la que debemos trabajar pensando en el desarrollo sostenible es porque consideramos que es un asunto que no es un privilegio de pocos. Si hablamos de producir sin comprometer el futuro de las próximas generaciones, hablamos de un derecho. Es decir, no solo es nuestro deber como empresa crear productos y soluciones que sean amigables con el ecosistema, sino que también sean accesibles para todo el mundo, no solo para un grupo privilegiado. De nuevo, para que esto suceda, creemos que todo es cuestión de química: con nuestros aliados, nuestros investigadores, nuestros colaboradores y nuestros consumidores.

El desarrollo sostenible se trata de equilibrio, de pensar empáticamente y de manera disruptiva e innovadora hacia el futuro. Sin duda, abarca un amplio espectro de lo que se debe hacer y lo que no, pero el mayor reto se encuentra en incorporar como valor empresarial el balance entre lo social, lo ambiental y lo económico. No es una tarea imposible, se trata de que las empresas se comprometan y que encuentre una respuesta holística para agregar valor respondiendo a unos retos mucho más altruistas y permanecer en el tiempo exitosamente.

¿Tienes preguntas sobre cómo la química puede contribuir al desarrollo de vías más sostenibles en Colombia o sobre cualquier otra aplicación de la química en la cotidianidad? Puedes escribirnos a comunicaciones-bcn@basf.com y en nuestra próxima entrada te responderemos.