“No es el error, sino la inacción, la inercia, lo que hace fracasar al hombre”.
José Antonio Marina.

Por desear lo que no tenemos descuidamos lo que tenemos y he ahí los reversos de la vida y las pérdidas irrecuperables que se alivian con culpas ajenas, pero ¿hasta cuándo y cómo parar decididamente este círculo vicioso que vivimos? Solo hasta que comprendamos que estamos interconectados y lo que suceda en uno repercute en todos.

Una decisión o acción que ignore esta regla podrá regodear a algunos con ‘logros’, pero el daño irreparable que causó en otros se irradiará en todos sin excepción. Deseamos una producción agrícola sostenible, con cosechas inocuas que impartan beneficios a la economía del país, y, además, que genere bienestar a todos. También deseamos fomentar una apicultura con productores sólidos y exitosos. ¿Quién puede tener un deseo contrario a estos?¡Nadie!

Sin embargo, estamos viviendo un suceso aleccionador. Se trata de un proceso que velaba por esta inalterable regla, pues de manos de un juez, una mesa de trabajo integrada por autoridades, apicultores, agricultores y entidades adscritas de apoyo velaba por los dos deseos mencionados, y fue abruptamente suspendida por un acto administrativo que prohibió una tecnología para controlar las plagas maléficas que atacan los cultivos.

Era necesario finiquitar el proceso midiendo los impactos y conociendo con claridad los cultivos que usan la tecnología para protegerlos de cucarros, gusanos y muchas plagas que sin control logran afectar el fruto llegando a nuestra mesa con la afectación o a los puertos de los mercados internacionales que le compran a Colombia y de nuevo perdemos todos.

Hoy con el acto administrativo vigente que nos da 11 meses de plazo para trabajar por el país, debemos materializar el ejercicio para identificar los cultivos que no tienen otras soluciones en el mediano plazo, necesitamos garantizar un salvavidas, porque de no hacerlo perderemos todos y lo que tenemos con esfuerzo se sacrificaría injustamente y se atropellaría cruelmente a miles de familias productoras del campo.

Puede ser que las culpas ajenas sean alivio, pero no señores, nos involucra a todos y es tiempo de actuar, pues los cultivos que no tienen inconveniente con la decisión están chuleados, pero los afectados por no tener soluciones requieren de nosotros para aliviarlos con decisiones país adecuadas y rápidas.

No podemos olvidar que ante la desesperación de perder sus cultivos por los daños de las plagas maléficas, los pequeños agricultores pueden usar productos no adecuados y afectar así su producción, la salud de los consumidores, el medio ambiente y la flora y fauna.

Es tiempo de apoyar a nuestro país para que la agricultura y la apicultura coexistan, que lo logrado hasta ahora no se pierda, que las familias de agricultores no se sacrifiquen, que las abejas sufran con productos no evaluados y por malas prácticas, que las exportaciones se fracturen y mucho más.

Las culpas ajenas no nos liberan, así que debemos velar por nuestros productores del campo y por eso vale el trabajo celoso, juicioso y pertinente para los dos deseos que todos compartimos.

Valoremos lo que tenemos, apoyemos para sacar adelante decisiones con visión país, para el beneficio de todos y eso significa actuar trabajando por y con los productores del campo.

Un gran abrazo.