“El secreto de la existencia humana no sólo está en vivir, sino también en saber para qué se vive”.
Dostoyevski.

Celebré mis primeros treinta años de trabajo con Procultivos ANDI con un receso y, como es propio del aislamiento, me di la oportunidad de recordar muchos hechos en orden cronológico de mi vida laboral.

Todos los hechos ocurridos sin excepción alguna, han sido positivos para mi vida. Cada problema ha sido una oportunidad para moldear mi carácter, cada obstáculo un escalón para fortalecer mi confianza propia y cada ofensa la oportunidad para materializar la tolerancia y el perdón.

Con mi gremio he conocido los diferentes egos que tenemos los humanos y cada día compruebo que nada ni nadie puede lograr mi transformación, sino sólo yo, trabajando en el amor propio incesantemente. Es más, agradezco a mi familia, amigos, jefes, compañeros, entre otras personas, que me han dicho cosas como “mírate quién eres y de dónde vienes, será imposible para ti, no lo mereces” o “adelante tú puedes, lo lograrás, te lo mereces”, porque todos fortalecieron mi decisión de evolucionar, con mayor o menor acierto, cada día y nunca involucionar.

Hoy, con la experiencia y juventud acumulada de mi vivir siento que todavía debo aprenderlo todo y mejorar cada día para lograr la misión que enciende mi corazón y pasión, se trata de la agricultura y sus empresarios del campo. El trabajar con las empresas de Procultivos ANDI por la productividad y la transformación de las cosechas, me ha permitido conocer esos seres humanos que pueden cambiar la suerte de la economía nacional, con sus empresas así tengan una hectárea de producción.

Veríamos materializar la revolución agrícola que anhelamos y merecemos, si cada productor del campo logrará emprender la acción de confianza y amor propios para comprobar también que nada ni nadie puede lograr su transformación sino ellos mismos, dejando aquellas dependencias que parece se requieren perpetuar. La psicología económica sostiene que la suerte de los empresarios del campo está en sus manos y por eso el trabajo en su desarrollo humano es el vehículo para su bienestar y prosperidad.

Así que mucho por hacer por nuestro agro y sus empresarios del campo. Por eso le doy gracias a Dios y a la vida por mis 30 años de trabajo que conquistaron mi corazón para seguir viviendo y trabajando todos los demás años que Dios me permita por y para la revolución agrícola que deseamos.

Un gran abrazo.