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Desplomes y capitulación: el problema de un mercado sin convicción

hadler@stanfordalumni.org

Tradicionalmente, a un mercado con una caída superior al 20% con respecto a su pico más reciente se le conoce como un mercado a la baja. En lo que respecta al índice S&P 500, se encuentra a la baja desde el pasado lunes 13 de junio, cuando cerró 22% por debajo de su pico alcanzado en enero 3 de este año.

A septiembre 30, el Dow Jones había perdido 21%, el S&P 500 25%, y el Nasdaq 32% en lo corrido de este año.

Principalmente a causa de la inflación, y a las subsecuentes fuertes alzas en las tasas de interés, representan la peor caída en este periodo para los tres índices contado a partir del desplome de las acciones de tecnología en el 2002, según informe del Wall Street Journal.

Ante esta pérdida, las preguntas obligadas son ¿cuándo se va a recuperar esa plata, y cuándo será el momento para volver a comprar? Además, ¿se trata de una de esas caídas que se prolongan durante un año en promedio, y que toman un tiempo similar en recuperarse? ¿O quizás se trata esta vez de un “mega-desplome”?

En una nota publicada el pasado 13 de junio por el New York Times, aparecen los doce mercados a la baja que ha sufrido el índice S&P 500, a partir de la finalización de la segunda guerra mundial.

La caída de las acciones de tecnología entre marzo 24, 2000 – octubre 9, 2002 ha sido la más prolongada, con una extensión de 929 días calendario. Por otra parte, la correspondiente a enero 11, 1973 – octubre 3, 1974, caracterizada también por una alta inflación, tomó 2114 días para recuperarse -casi 6 años- convirtiéndose en la más larga a este respecto.

El mayor desplome se produjo en la caída de octubre 9, 2007 – marzo 9, 2009, correspondiente a la crisis financiera, con una pérdida de 56.8% durante 517 días. Fueron necesarios 1480 días, hasta marzo 28 del 2013, para recuperar lo perdido.

Cabe recordar que esa crisis comenzó como una simple burbuja en la finca raíz, de la mano de una caída de las acciones bancarias. Pero fue amplificada y esparcida por todos los sectores económicos del globo gracias a un poderoso y complejo mercado de crédito.

En plena baja, la venta de acciones se mantenía bastante ordenada, sin que la sensación de pánico se hiciera presente. En medio de ese letargo, y ante la ausencia de buenas noticias, tomó fuerza el concepto de “capitulación,” esa expectativa contraintuitiva en el sentido que el mercado debe descender más para poder empezar a subir.

En efecto, una capitulación se produce cuando los últimos inversionistas con disposición de vender pierden toda esperanza, tiran la toalla, y buscan desesperadamente la puerta de salida. Cuando ese universo se seca, el único camino que queda es empezar a comprar. El mercado descontó ya en ese momento todas las malas noticias, y a su paso dejó solo gangas.

Obviamente, a corto plazo es una mala noticia. Pero a largo plazo se convierte en muy buena, ya que se constituye un piso a partir del cual el mercado puede comenzar un camino definitivamente ascendente, y a partir del cual históricamente se han logrado las rentabilidades más altas.

En el camino no van a aparecer señales del tipo “capitulación a cinco kilómetros,” y paradójicamente, esta solo puede ser identificada después de los hechos. Pero para conocer la verdadera opinión del mercado, una capitulación requiere gigantescos volúmenes, de la mano de enorme volatilidad.

A pesar de que por estos días la expresión está nuevamente comenzando a escucharse, la incertidumbre con respecto al comportamiento de la inflación y a la respuesta por parte del banco central hacen muy improbable su ocurrencia.

Por una parte, el banco central ha dado claras señales de que su trabajo no ha terminado. Y por otra, toma tiempo para que este se filtre en la economía y se puedan conocer sus verdaderos efectos sobre el comportamiento de los negocios y los consumidores.

Sin duda, las acciones se encuentran en niveles mucho más favorables que a comienzo del año, pero no hasta un punto que justifique salir corriendo a comprar. El camino parece aún bastante nublado, y sin mucha convicción, para hacer grandes apuestas.

Harry Adler

Ingeniero Industrial de la Universidad de los Andes, MBA de la Universidad de Stanford. Empresario independiente como socio y gerente general de las firmas comercializadoras "Socodi" y "Argenti." durante 25 años. Asesor en inversiones internacionales, columnista sobre temas financieros, conferencista hadler@stanfordalumni.org

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