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En un fondo tradicional, el precio de sus acciones se determina una vez al día, al cierre de operaciones, y de acuerdo con el valor de sus activos. En el caso de un volumen inusual de redenciones, su administrador puede verse forzado a liquidar posiciones, lo cual irá en contravía con la estrategia que se haya trazado.
Las acciones de los ETFs, por su parte, se negocian a lo largo del día, y suelen diferir con respecto al valor real de sus activos. Pero en la práctica esa diferencia es pequeña, gracias a la actividad de los “participantes autorizados” inherentes a este instrumento.
En el caso de este instrumento, un inversionista particular no puede negociar sus acciones directamente con el emisor. Las entidades en capacidad de hacerlo son estos inversionistas institucionales, y en lotes de 50.000 o más acciones (“unidades de creación”). La operación se efectúa en especie: cuando uno de estos participantes compra o vende acciones del fondo, lo hace mediante trueque de paquetes, conformados de acuerdo con el índice correspondiente. Los particulares debemos acudir al mercado secundario.
Cuando por ejemplo las acciones de un ETF se están negociando con un buen descuento, un participante autorizado corre a comprar paquetes de acciones. Acude enseguida ante el emisor, y las cambia por las acciones individuales de las empresas que componen el índice. De vuelta al mercado, solo le queda desprenderse lo más rápido posible de ellas, y embolsar su ganancia.
Los CEFs son antecesores de los ETFs. Pero a diferencia de ellos, emiten acciones solamente una vez, en una oferta pública, con la idea de que el portafolio nunca se vea afectado. A partir de ese momento sus acciones comienzan a negociarse en las bolsas, sin intervención de esos participantes. Gracias a ello, les queda más fácil invertir en instrumentos de menor liquidez.
Debido a esta carencia, los precios de sus acciones suelen alejarse del valor real de sus activos, generándose primas o descuentos que muchas veces alcanzan niveles importantes. Un inversionista hábil puede lograr rendimientos adicionales al reducirse este último o aumentarse el primero.
Algunas observaciones sobre los CEFs:
• En general involucran mayores costos de operación y suelen utilizar apalancamiento
• Si las acciones son adquiridas a una valorización razonable, una estrategia prudente es venderlas cuando la prima se aumenta
• Si la prima es alta de acuerdo con los datos históricos, suele ser contraproducente invertir
• Que un CEF se esté negociando con un descuento no implica necesariamente que se debe invertir. Puede haber razones poderosas detrás de ello (portafolio mal diseñado, altos costos, sector impopular…..)
Al adquirir acciones con prima de un CEF, se corre el riesgo que si el mercado se enfría, no solo baja el precio de sus activos, sino también el valor de la prima (o aumenta el valor del descuento)
Moraleja: invierta en un CEF en un sector apropiado, que esté bien conformado, y que tenga un buen descuento.