La mayor similitud entre los “ETFs” (fondos negociados en bolsa) y los “ETNs” (obligaciones, o notas, negociadas en bolsa) es que las operaciones en acciones de ambos instrumentos pueden efectuarse a lo largo del día, a diferencia de lo que sucede con los fondos comunes.
Pero mientras los primeros están respaldados por canastas de activos, como acciones, bonos, contratos de futuros, monedas, y en ocasiones por el activo físico, (como en el caso del oro o la plata), los segundos representan derechos sobre una obligación a largo plazo emitida por una entidad financiera, que se compromete a pagar el rendimiento de un índice, menos la comisión anual correspondiente (sin reparto de intereses ni dividendos).
La diferencia consiste entonces en invertir o en un portafolio, o en una promesa de pago, con el riesgo adicional que esto último implica (en el caso de quiebra, los accionistas de un “ETN” se ven abocados a hacer la misma cola que los acreedores comunes para recuperar su dinero).
Pero los “ETNs”, desarrollados inicialmente por Barclays en 2006, permitieron el acceso, mediante productos estructurados, a algunas clases de activos previamente disponibles solo para inversionistas institucionales o de alta capacidad económica. Gracias a su diseño, el inversionista no asume el riesgo de que el fondo no logre capturar el retorno del índice.
El “ETN” con mayores activos es el “iPath Dow Jones-UBS Commodity Total Return” (DJP), creado en junio de 2006, con cerca de dos mil millones de dólares. Invierte según un índice de veinte commodities en siete sectores, con una exposición máxima por sector de 33%. Conformado por contratos de futuros ponderados de acuerdo con su liquidez e importancia económica, es recompuesto anualmente.
Su retorno anual en cinco años ha sido de -5.1% en promedio, lo cual no es de extrañar dadas sus fuertes caídas en 2008 (- 37.4%) y en 2011 (- 14%). Como DJP invierte en el mercado de futuros, al hacer los cálculos se suman los intereses que logre devengar con los recursos dejados en garantía