Cuando un fondo adquiere acciones de otro país, lo hace en esa moneda extranjera pero calcula su retorno en la moneda local. Cuando aquella se aprecia, el fondo se beneficia (obtiene más unidades de la moneda local) y viceversa. Esos movimientos en las tasas de cambio en ocasiones tienen mayor incidencia en el retorno total que la valorización misma de las acciones.
Los administradores de esos fondos disponen de tres opciones: eliminar el efecto de esos movimientos relativos en las monedas mediante la utilización de instrumentos derivados, eliminarlo parcialmente o simplemente no hacer nada.
La gran mayoría de los fondos mutuos norteamericanos adopta esta última estrategia, razón por la cual las diferencias en las tasas de cambio pueden tener un efecto importante en el desempeño a corto plazo de esos fondos. Pero parten de la idea de que los movimientos entre las monedas tienden a anularse a largo plazo y por lo tanto consideran innecesario efectuar ese cubrimiento. (Aunque sí tienen en cuenta los posibles efectos que las tasas de cambio puedan tener sobre cada empresa en particular) Alguna vez manifestó Alan Greenspan (a pesar de todo, alguna credibilidad aún le tenemos que dar): “pronosticar el rumbo de las monedas es equivalente a jugar cara y sello.”
Algunos fondos efectúan cubrimientos parciales, especulando de alguna forma con la dirección de esos movimientos (basándose en diferencias como tasas de interés de corto plazo, crecimiento económico y poder adquisitivo) para tratar de obtener rendimientos mayores. (Obviamente sin llegar al extremo de convertirse en “day traders” o jugadores de “forex”) Algunos fondos sólo utilizan coberturas para las monedas de los países emergentes (teniendo en cuenta su mayor volatilidad), para monedas susceptibles de enfrentar problemas a corto plazo o cuando consideran que se han alejado demasiado de un índice específico.
El fondo “Mutual European A” (TEMIX) de “Franklin Templeton”, por ejemplo, se ha caracterizado por hacer este tipo de cubrimiento en gran escala. Fue creado en 1996, maneja activos cercanos a dos mil millones de dólares y se especializa en empresas de Europa.
En 2006, año en el cual el dólar se desvalorizó 10% con respecto al euro, este fondo se vio afectado y solamente superó al 12% de sus competidores, a pesar de haber logrado una rentabilidad de 27% en ese año. Algo muy similar ocurrió en 2003, el año de la gran recuperación en los mercados, cuando el euro y las inversiones internacionales de todo tipo comenzaron un gran ciclo al alza.
Por otro lado en el 2005 (un caso aislado en la época) el dólar se fortaleció y este fondo logró una rentabilidad de 17.6%, ubicándose entre los 13% de mayor rendimiento. En lo corrido de este año y gracias a la reciente recuperación del dólar, se sitúa actualmente entre el 8% más alto de su categoría, a pesar de mostrar una rentabilidad de solo 1.5% en lo corrido del año.
Su retorno anual en 10 años ha sido de 7.8%. (superior en 7% al índice “MSCI EAFE”) Supera al 79% de sus rivales con una de las volatilidades más bajas en el sector (desviación estándar del 16.6%.) Comprueba que al eliminar el efecto de las tasas de cambio se pueden lograr resultados positivos a largo plazo, reduciendo de paso la volatilidad (con inevitables rezagos durante algunos períodos).
Lo importante es mantener una política estable de largo plazo, cualquiera que ésta sea, porque saltar de una a otra dificulta el logro de las metas. La familia de fondos “Tweedy Browne”, de la cual era directivo Christopher Browne, mencionado en el blog anterior, se distingue igualmente en este aspecto (ver Tweedy Browne Global Value TBGVX).
Como hecho relevante, la categoría de fondos especializados en el Japón ha tenido este año una pérdida de solo 1.8%, mejor que la de los fondos pertenecientes a grandes empresas internacionales (a pesar de que la bolsa de ese país ha perdido más del 6% en la moneda local). La explicación radica en el hecho que el yen, al contario del euro, se ha apreciado este año con respecto al dólar. Los fondos de Europa han perdido 5% en promedio.
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