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Concebidos al final de los años ochenta, y diseñados originalmente como productos pasivos -es decir, que invierten de acuerdo con índices predeterminados- los ETFs comenzaron a operar en 1993 con el lanzamiento del fondo “SPDR S&P 500” (SPY). Hoy en día ese fondo maneja activos por $368.000 millones de dólares.
Entre sus ventajas figuran su transparencia (se conoce en todo momento en qué están invertidos), sus bajos costos (no requieren de luminarias para seleccionar los componentes), su accesibilidad (es posible invertir en una sola acción), su liquidez (se pueden negociar en cualquier momento del día), y su eficiencia en cuanto a impuestos (compran y venden las acciones mediante trueque de paquetes, reduciendo de esa manera las distribuciones -gravables ellas- de ganancias de capital).
Al respecto, en una nota reciente Daniel Sotiroff en Morningstar anotaba que entre 2015 y 2022 casi $2 trillones de dólares fueron retirados de los fondos mutuos activamente administrados, resultando los ETFs uno de los grandes beneficiados.
En efecto, este instrumento ha tenido un crecimiento exponencial. En la actualidad operan cerca de 3.000 fondos, con activos cercanos a $7 trillones de dólares (los fondos mutuos manejan $23.4 trillones). De acuerdo con una nota reciente de Bloomberg, un 94% de sus activos corresponde a productos indexados.
En una entrada publicada en octubre del 2011, mencionábamos que unos años después de la aparición de estos fondos, se comenzó a hablar de la inminente estructuración de Etfs activamente administrados, haciendo un maridaje entre la administración activa -inherente por tradición a la mayoría de los fondos mutuos- y los beneficios estructurales de los ETFs.
Fue así como el producto fue autorizado en el 2008 en los Estados Unidos. La desaparecida empresa Bear Stearns lanzó el primer ETF activo bajo el nombre de “Current Yield ETF” (YYY). En ese mismo, año la firma PowerShares lanzó una línea completa: “Active Alpha Multi-Cap” (PQZ), “Active Mega-Cap Portfolio” (PMA) y “Active AlphaQ” (PQY), en renta variable. Y el “Active Low Duration Portfolio” (PLK) en renta fija. Hoy en día ninguno de ellos funciona.
Al finalizar el 2016, el mercado de ETFs indexados sumaba $2.5 trillones de dólares, pero el de los activamente administrados alcanzaba apenas $29 billones (cerca de 1%). De los cerca de 225 fondos activamente administrados que se habían lanzado desde el 2008, la cuarta parte había cerrado.
No todo fue por falta de esfuerzo. Efectivamente, tomaría un buen tiempo para convencer a las entidades reguladoras, a los usuarios, y especialmente a los emisores, sobre su viabilidad, dado que para estos últimos no es nada atractivo tener que revelar diariamente sus decisiones de inversión. Para los fondos indexados esto no es un problema, ya que al fin y al cabo sus posiciones son universalmente conocidas. Los fondos mutuos, por su parte, solo están obligados a declararlas trimestralmente.
Finalmente, en el 2019 la “SEC” decidió aceptarlos como productos “semitransparentes,” al eximirlos de reportar sus posiciones diariamente, pero con la obligación de revelar cada día el valor por acción de los activos subyacentes.
Adelantando unas cuantas páginas la historia, y según datos recientes de Bloomberg, los ETFs activamente administrados, que representan aún menos del 6% del mercado, han atraído en lo corrido de este año cerca del 30% de los recursos totales, continuando una tendencia que empezó en el 2022, cuando captaron 14%.
Y así como Vanguard, BlackRock y State Street fueron determinantes en la popularización de los ETFs indexados, una muy reconocida empresa como Dimensional, así como Avantis, y Capital Group, se han convertido en líderes dentro del sector de ETfs activamente administrados
No sobra aclarar que el formato alcanzó especial notoriedad gracias en parte a la aparición del fondo “ARK Innovation” (ARKK), que por tamaño ocupa el cuarto lugar en cuanto a ETFs activamente administrados. Es administrado por la inversionista Cathie Wood, quien es particularmente popular -casi a nivel de culto- entre esos jóvenes e intrépidos inversionistas que hace un par de años intentaron tomarse a Wall Street.
Sus activos pasaron de $3.500 millones de dólares justo antes de la pandemia, hasta $50.000 millones un año más tarde, gracias a su rentabilidad de 150% en el 2020. Claro que se derrumbó 23% en el 2021, y 67% en el 2022.
De acuerdo con el señor John Rekenthaler de Morningstar, en febrero del 2021 su relación precio/ventas llegó a alcanzar 22, contra 2.5 en promedio para el mercado. “Muchas promesas y pocas ganancias”’ comentó alguien.
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