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Especular con acciones es un juego de suma cero: lo que unos pocos ganan, es a costa de los otros. Quien se lanza a especular, debe estar consciente de que va a toparse con rivales de alcurnia como Jim Simons.

Falleció por estos días el inversionista Jim Simons, con bastantes nexos por cierto en el medio local. Pionero en análisis cuantitativo, ha sido reseñado ampliamente como el inversionista con los mejores resultados a nivel mundial.

En efecto, por medio de su fondo de cobertura insignia, “Medallion,” obtuvo entre 1988 y 2018 un rendimiento promedio anual de 66%. Descontadas sus comisiones, se tradujo en un 39% efectivo.

En una nota que publiqué en este diario varios años atrás, aludía a algunas de sus técnicas. La siguiente es la nota:

De acuerdo con nota publicada por Jason Zweig en el “Wall Street Journal” en el 2009, ya cerca de dos terceras partes de las acciones transadas en los E.E. U.U. se efectúan por medio de sistemas de computación de alta frecuencia. Una operación toma menos de 400 microsegundos, 1.000 veces más rápido que un pestañeo.

Aproximadamente unas 100 firmas disponen de este servicio. Utilizan computadores programados con logaritmos complejos, en la búsqueda de pequeñas anomalías que no han sido aún detectadas. (Por ejemplo, un índice que no ha capturado el movimiento de uno de sus componentes, o una acción que se vende unos centavos por debajo en Londres que en Nueva York.)

Se ubican cerca de las grandes bolsas para ahorrarse milisegundos en el transporte de la información. El juego consiste en comprar acciones y tratar de venderlas unas centésimas de segundo más tarde con una muy pequeña ganancia unitaria. La ventaja, efímera, se inclina hacia el que disponga de mayor rapidez. Escribía Bernard Condon, en el “Huffington Post:”

“Muchos piensan que no vale la pena agacharse a recoger un centavo, pero es lo que hacen estos especuladores con sus nuevos juguetes, miles de veces en cada segundo.”

Entre los pioneros, se encuentran “Goldman Sachs,” siempre a la cabeza cuando de ingeniería financiera se trata, y fondos de cobertura como “Citadel” de Ken Griffin, y “Renaissance Technologies,” de Jim Simons.

Este último es un renombrado matemático, creador del teorema Chern-Simons, el cual, según dicen, es herramienta indispensable en el desarrollo de la teoría física. En la búsqueda de establecer modelos verdaderamente predecibles, se rodea de especialistas en matemáticas aplicadas, física cuántica, criptografía y lingüística. Realizan miles de transacciones de cortísimo plazo con el fin de lucrarse de efímeras ineficiencias en diferentes mercados.

Entre los usuarios de sistemas de alta frecuencia, descuellan redes electrónicas de información privada –“dark pools,” o “mercados oscuros,”- que operan al margen de las bolsas tradicionales. Funcionan desde los años 80, pero el crecimiento se ha disparado, gracias a que disponen de hasta noventa segundos para hacer públicas sus operaciones.

Aunque los grandes bancos de inversión operan este sistema (“Goldman Sachs,” “Credit Suisse,” y “Morgan Stanley,”) los pioneros fueron entidades privadas, algunas de las cuales aún se mantienen vigentes. Suman alrededor de cuarenta, con una participación que ya alcanza el 30% del mercado de acciones. Las órdenes son procesadas a través de indescifrables modelos algorítmicos, gracias a lo cual nadie tiene ni idea de lo que están haciendo los otros.

Como resultado, la Bolsa de Nueva York maneja, bajo la forma convencional, solo el 25 % del volumen total de las acciones transadas, muy por debajo del 80 % que tenía en el 2005. Y las bolsas tradicionales, inicialmente opuestas, se han visto obligadas a adoptar el formato para contrarrestar la fuga de grandes clientes.

Ken Griffin, de “Citadel,” quien maneja uno de los más destacados fondos cuantitativos, dispone una de ellas. Economista de Harvard, se distingue por su habilidad para desarrollar programas avanzados de computador y fórmulas matemáticas complejas. Su especialidad inicial fue utilizar esos modelos para identificar oportunidades en el complicado mercado de bonos convertibles, aunque echa mano de todo tipo de estrategias e instrumentos.

Ha aparecido en las listas de ‘Forbes’ y ‘Fortune’ como uno de los hombres más ricos del mundo; en el 2006 se compró un cuadro de Jasper Johns por 80 millones de dólares (su matrimonio tuvo lugar en el Palacio de Versalles, con una presentación privada del Cirque du Soleil). Al buen estilo de Simons, se rodea de Ph.D.s en matemáticas, física, ingeniería, finanzas y computación.

Inversionistas tradicionales, como fondos de pensiones y fondos mutuos, efectúan ahora sus jugadas a través de estos medios, para evitar ser detectados por especuladores profesionales siempre al acecho. “La especulación de alta frecuencia reemplazó a la especulación tradicional de “day-trading,” pero ahora cargada con una dosis casi fatal de anfetaminas,” escribió Fred Gehm, experto en el tema, en ese mismo periódico.

Al respecto, cabe recordar a Benjamín Graham, cuando escribía por allá a mediados del siglo pasado que “invertir es una operación basada en análisis concienzudo, y que promete seguridad del capital y retorno adecuado. Lo contrario es especular.”

Según escribía, hay especulación inteligente, así como varias formas en que deja de serlo. Esta última ocurre cuando se especula con la creencia de que se está invirtiendo, cuando, al carecer de conocimientos suficientes, se toma la actividad en serio y no como un pasatiempo, y cuando se ponen en juego dineros que la persona no puede darse el lujo de perder.

Importante no olvidar que superar al mercado es un juego de suma cero: lo que unos pocos ganan, es a costa de los otros. Y, descontados los costos, el grupo, como un todo, termina perdiendo. Quien se lanza a especular, debe estar consciente de que va a toparse con rivales de alcurnia.

El consejo universal para el común de la gente por parte de los Graham, los Buffet, los Bogle y en general los iluminados mencionados arriba, es que para lograr una meta tan prosaica como la de asegurarse un digno retiro, la fórmula es invertir a largo plazo, con una adecuada diversificación, y ojalá mediante fondos indexados de muy bajo costo.

hadler@stanfordalumni.org

 

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