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En el blog anterior mencionamos un estudio en la Universidad de Estocolmo, en el cual dos grupos, conformado uno por estudiantes de sicología, y el otro por profesionales en finanzas, debían pronosticar los precios de ciertas acciones.
Buscaban comprobar si los profesionales sufrían de exceso de confianza en cuanto a sus habilidades, sus conocimientos, y su capacidad para interpretar la información disponible, fenómeno ampliamente reseñado en muchas otras especializaciones.
Como era de esperar, previo al inicio del juego ambos grupos estimaron que los errores que habrían de cometer los profesionales serían inferiores a los de los estudiantes. En realidad resultaron muy similares, y muy cercano al que habían estimado los estudiantes.
En cuanto al número de aciertos, los profesionales acertaran 40% de las veces, comparado con un 50% esperado por simples cuestiones de azar. Por su parte, los estudiantes acertaron 51% de las veces.
Estos últimos mostraron un “moderado” exceso de confianza, habiendo proyectado un 58% de aciertos. La proyección de los profesionales fue de 65%.
La propuesta del señor Buffet, del señor Grantham, y de tantos otros “sabios,” es que el común de la gente invierta en un fondo indexado de muy amplio espectro y de muy bajo costo, y que muy rara vez se toque, hasta que se aproxime la edad de retiro.
Pero para quien definitivamente insiste en hacer cambios estratégicos al portafolio, un buen modelo es el propuesto por el el señor Jeremy Grantham, cofundador en 1977 de la firma de inversiones “Grantham, Mayo & van Otterloo” en Boston, una de las más prestigiosas en los Estados Unidos. Actualmente es miembro de su junta directiva, y “Encargado en Jefe” de sus estrategias.
Así como alguna vez el señor Einstein mencionó que el interés compuesto es el arma más poderosa, para el señor Grantham puede serlo el concepto de reversión a la media.
De acuerdo con su informe de febrero del 2012, se concentran en el comportamiento histórico de las diferentes clases de activos, con el fin de huirle a toda costa a las burbujas y a las inversiones calientes.
En la práctica acumulan una larga lista de aciertos. Por ejemplo, se cuentan entre los pocos que le hicieron oportunamente el quite a la crisis financiera, y al consecuente desplome de las acciones, en el período 2007-2009.
Estudian los cambios históricos para todas las clases de activos. La idea fundamental es que todas ellas tendrán una reversión a sus promedios históricos, partiendo tanto de sus puntos máximos como de los mínimos.
En lo que respecta a la renta variable, asumen que los márgenes de utilidad y las relaciones precio/ganancias retomarán sus promedios de largo plazo en un periodo de siete años, a partir de sus niveles actuales.
Al encontrar desviaciones relevantes en relación con esos promedios, es el momento de comprar o vender. No tratan de pronosticar lo que consideran impredecible, como por ejemplo las utilidades anuales.
Explica que comenzaron a practicar el procedimiento en 1994, habiendo podido acumular para esa fecha cuarenta pronósticos trimestrales. Sostiene que en cada uno de esos periodos lograron superar consistentemente a modelos aleatorios, y que en ocasiones resultaron “sorprendentemente precisos, sin verse abocados a la necesidad de recurrir a los “PhD” en finanzas.”
Todo se reduce a calcular unos simples cocientes, hacer caso omiso del comportamiento de las multitudes, y, obviamente, a armarse de paciencia a la espera de los resultados.
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