Como tantas otras cosas absurdas y por supuesto parroquiales de este país, el alza del precio del etanol demuestra el enfoque y el manejo que a la economía le están dando nuestros apreciados dirigentes. Es mucho lo que se puede decir al respecto, pero he encontrado una buena columna que resume la realidad del asunto y pone en contexto de manera muy clara el manejo y los intereses que mueven este tipo de decisiones.
Prometo en una muy próxima ocasión referirme a este tema. Por lo pronto los dejo con esta columna del periodista Aurelio Suárez Montoya, publicada en el diario El Nuevo Día en su edición abril 7 de este año:
En medio de la presente crisis económica un clamor unánime recorre a Colombia: el inicuo precio de los combustibles. El gobierno justifica que los colombianos estén pagando más de tres dólares por galón de gasolina corriente con el fin de fortalecer un fondo de ahorro petrolero, aunque como ya lo advirtió el senador Jorge Enrique Robledo, siendo el 40% destinado al pago de distintos impuestos, en la práctica lo que se ha montado es una reforma tributaria sin trámite por el Congreso. No hay razón alguna para que la gasolina no rebaje en su cotización cuando el petróleo tiene hoy un tercio del valor de hace ocho meses, y cuando Colombia es un país exportador que hace pagar a sus ciudadanos por ello más que los norteamericanos, importadores netos de hidrocarburos.
No obstante, hay otros factores que inciden en el alto costo del combustible. Recientemente el ex codirector del Banco de la República, Salomón Kalmanovitz, afirmó que “en 11 meses”, el etanol, que es responsable del 10% del importe de un galón en el 75% del país donde se mezcla con los carburantes, “ha tenido un aumento del 71 por ciento”.
Lo comparó con el precio internacional que en pesos colombianos equivaldría a 4.000, en tanto se cobra por un galón 7.474. Esa inexplicable diferencia, a favor del oligopolio de cinco ingenios, cuyos propietarios son tres grupos económicos, debe añadirse a las enormes exenciones tributarias de las que gozan, que para el año pasado se estimaron en 120millones de dólares, y a los incentivos y créditos con costos fiscales que significaron en 2008 un subsidio de algo más de cinco millones de pesos por hectárea de caña de azúcar sembrada para elaborar agrocombustible.
La fórmula que alzó el etanol de 4.500 pesos en agosto de 2008 a más de 7.500 en marzo de 2009, está fundamentada en el valor de una libra de azúcar refinado en la bolsa de Londres, que es más alto que en Nueva York. Después de la “escandola”, la gran modificación fue cambiar la base de liquidación teniendo como referente el azúcar crudo en la misma lonja londinense. Eso significará rebajar el precio del galón en 1.500 pesos, pero, de hecho, mantener una elevación de cerca del 50% para los últimos ocho meses. Casi seis veces la inflación.
Estas ventajas concedidas al oligopolio azucarero rayan con el tráfico de influencias cuando se mira la lista de cotizantes de la Asociación Colombia Primero, epicentro del referendo reeleccionista y fuente primera de financiación del “Comité Promotor” que tuvo como satélite. En efecto, cuando se repasa la lista de cotizantes de esa Asociación se encuentra que entre Incauca S.A., Manuelita S.A. y Mayagüez S.A., tres de las refinerías de alcohol, contribuyeron con 73 millones de pesos; si se añade lo que la organización gremial que defiende los intereses de esos consorcios, Asocaña, aportó, la suma asciende 54,5 millones más; si se adiciona lo que otros ingenios como Central Tumaco y RiopailaCastilla donaron, hay que agregar 33 millones; si, para completar, se suman los óbolos a Colombia Primero de las empresas de comunicaciones y de bebidas gaseosas afines a los grupos económicos dueños del etanol, tocaría aumentar 75 millones. Todo esto supera el 10% de lo que totalizó el referendo reeleccionista.
Lo antes expuesto ejemplifica la esencia del Estado uribista, un Estado plutocrático que gobierna para los detentadores de la riqueza, que quiere prorrogarse para ese propósito y que recurre a los medios necesarios para lograrlo a toda costa. Es la plutocracia, como mil veces lo ha denunciado el Senador Jorge Enrique Robledo, tomemos nota de ello.