Con cada nuevo problema que surge, el ánimo decae y pareciera que ya no nos quedan fuerzas para llevar este país hacia un futuro mejor. Pero puede que esto solo sea señal de que estamos avanzando y que este es el costo de ello.  Suena un poco contradictorio, pero si pensamos que las necesidades están en una pirámide, donde cada capa superior termina por nublar la inferior, nos damos cuenta de que al ir superando una crisis iremos destapando nuevas.

Cuando a un ser humano le falta el aire y está por asfixiarse, de seguro no reparará en que está hambriento o con frio. Para él lo único importante es respirar. Ya cuando tiene aliento, podrá sentir que tiene otras penurias. Cada vez que supera las más importantes, unas nuevas irán surgiendo y ocuparán este lugar. Al final, luego de haber vencido la mayoría, puede que el no poder ir de compras sea su peor desdicha. Esta teoría fue desarrollada por el sicólogo Abraham Maslow y explica muy bien lo que motiva la conducta humana.

De igual forma pasa con los Estados. Cuando se tienen fuertes problemas de seguridad, al punto que no se puede salir de la ciudad, inclusive de la casa, por miedo a enfrentarse a secuestros, asesinatos, robos; lo más seguro es que no importe mucho la salud financiera del gobierno cuando lo que está en juego es la vida. Cuando estos problemas han sido superados, las personas percibirán la corrupción, el hambre y la falta de mejores oportunidades laborales como el mayor desafío. Posteriormente se luchará por ideales más elevados. Así funciona.

Para ilustrar este punto se puede pensar en dos casos de la región: por un lado, el Perú de Alberto Fujimori y por el otro, el Chile de Augusto Pinochet. Ambos países enfrentaban serios problemas de orden público local. Perú luchaba una guerra contra el grupo Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. Por su parte, Chile en los setenta atravesaba una seria crisis económica, política y social. En ambos casos, la crisis fue aplacada mediante un (auto) golpe de Estado. Ambos gobernantes concentraron el poder del Estado y afrontaron con fuerza la crisis inmediata. Pasado el primer gran problema, ambos Estados condenaron vehementemente a sus líderes por violación de Derechos Humanos. No es que una cosa se haya dado después de la otra. Siempre estuvieron a la par, pero el pueblo sólo las condenó en la medida en que se fue avanzando en la pirámide.

“mientras América aún no había sido descubierta, Europa se teñía de sangre”

De igual forma pasa en Colombia. Cada vez el debate se torna sobre nuevos y sobresalientes problemas, sobre temas muy diferentes a los que se hablaban en los noventa o en el dos mil. Ahora la opinión pública se curte más en temas de impuestos y presupuesto, cobertura y calidad en la educación, equidad y hasta grado de inversión.

Es igualmente cierto que aún tenemos serios problemas de seguridad y muchos afirman que la naturaleza particular de los colombianos es hacia la violencia. Como algo de lo que nunca nos vamos a poder librar. Sin embargo, alguna vez un europeo me dijo: “mientras América aún no había sido descubierta, Europa se teñía de sangre”. Creo sinceramente que no es una condición innata e inseparable de los colombianos, es solamente un tramo en el camino.

La situación actual del país es muy tensa y con razón, por combatir problemas de antaño terminamos postergando muchos problemas que hoy pasan factura y que exigen cambios estructurales muy importantes. Pero no todo tiene que ser tan sombrío como muchos aducen. Los retos son gigantes, pero esto es solo señal de que estamos avanzando.

Twitter: @joseluisalayon

 

Pintura de Fernando Botero, La Calle, 1995.