Entre tanta información que circula a diario en medios, es necesario un buen método para cernir lo importante de lo trivial, lo que nos interesa de lo que nos es indiferente. Gran parte de esta tarea la logran con gran maestría los algoritmos, que han aprendido a través de nuestras búsquedas y likes, y que con alto nivel de acierto son capaces de anticipar lo que estamos dispuestos a ver, escuchar o leer. Es eso o que ya estamos tan acostumbrados a tales sugerencias que simplemente nos dejamos llevar por ellas sin más.
Guiados por estos, nos vemos enfrentados a cierto tipo de información y muchas veces terminamos inmiscuidos en debates bastante mal entonados entre grupos contrarios sobre la lectura de un mismo dato o hecho, más aún en periodos electorales. Y es ahí donde todo el tecnicismo anterior, lleno de algoritmos refinados y matemáticas complejas, se pierde en el proceso y quedamos a merced de la argumentación somera de los participantes. Sometidos a la regla de la mayoría o del que más grita, aunque no necesariamente acompañe la verdad. ¡La verdad no necesariamente es de mayorías ni de consensos!
«No se debe confundir la verdad con la opinión de la mayoría» Jean Cocteau
El análisis argumentativo de estos choques ideológicos es sencillamente preocupante, dada la forma en que se soportan o demeritan ideas. Se parte, por ejemplo, de situaciones muy particulares para llegar a generalizaciones. Muy en línea con la ley de los números pequeños que describió Daniel Kahneman, en la cual una pequeña muestra, muchas veces sesgada, es usada para llegar a conclusiones generales. Hecho que supone un grave error en el razonamiento humano.
Recuerdo participantes políticos que para contradecir el dato de crecimiento superlativo que tuvo Colombia en 2021, el cual es cuantificado por el DANE – una entidad con alto reconocimiento técnico, recurrieron a situaciones particulares de amigos cercanos. Para ellos es tan válido medir el crecimiento de la economía nacional a partir del análisis juicioso de las cifras agregadas como a partir de la situación económica de sus conocidos.
Esto, más allá del debate preelectoral, lleva a cuestionarse en la forma en que muchos profesionales son formados en métodos argumentativos. Una materia que debería ser indispensable sin importar la carrera. Es más, debería hacer parte del ciclo de asignaturas de los colegios. Tal vez ese sea el problema en muchas competencias básicas en las que fallamos a nivel académico. En que no sabemos argumentar correctamente. Menos demostrar teóricamente.
Analizar estos debates genera una excelente radiografía en este tema y, tal vez, ayude a determinar qué profesionales están mejor preparados en este aspecto. Sin duda, la forma en que se aproximan los estudiantes de una y otra facultad a la argumentación es diferente y eso podría marcar distancia.
A gusto personal creo que la facultad de matemáticas es de las más avanzadas en este aspecto, puesto que la demostración en ciencias exactas es todo un arte. Está soportada bajo principios lógicos muy robustos en las que una gran cantidad de ejemplos no es garantía de nada. Por el contrario, algunas otras escuelas le dejan demasiado a la percepción o a un número limitado de casos.
En suma, la argumentación es un arte que ojalá podamos reforzar en los estudiantes del país para procurar un mejor debate sobre temas que nos atañen a todos.
@joseluisalayon
Comentarios