En una guardería de Alemania los padres pasaban tarde por sus hijos al final de la jornada, por lo que los trabajadores de aquel lugar tardaban en salir. Para corregir este problema las directivas decidieron poner una penalización monetaria a aquellos que llegaran tarde. Lo que siguió en las semanas próximas fue que los padres se retrasaban aún más en llegar por sus hijos. El problema en vez de mejorar, empeoró, y de forma importante. El gran interrogante que surgió entonces fue ¿Por qué sucede esto? Sólo un economista dio con la respuesta. El problema está en los INCENTIVOS. Las directivas creyeron solucionar un problema, pero sólo lo empeoraron al enviar un mensaje errado a los padres.    

 

El problema del incentivo en este caso se basa en que al pagar por las horas extra que pasaban sus hijos en la guardería los padres presentaban un sentimiento de tranquilidad, ya que no creían estar  incurriendo en ninguna falta.

Este fue un ejemplo que me dio un profesor de Microeconomía II en mis años de estudio, para mostrarnos que la economía se encuentra inmersa en más aspectos de la vida del hombre de la que muchas veces pensamos. Pero también me generó una inmensa curiosidad por el tema de los incentivos y lo peligrosos que pueden llegar a ser si no los pensamos con detenimiento.

 

Hay incentivos perversos que han generado mucho daño a la sociedad, pero sin lugar a dudas, los que A priori parecieran ser buenos deseos, muchas veces terminan siendo muy perjudiciales. He aquí algunos ejemplos:

 

                Podríamos empezar por el actual alcalde electo de Bogotá Gustavo Petro, que en una entrevista quiso exponer una de sus ideas políticas sobre la fusión de las tres empresas de servicios públicos de la capital, generando una venta importante de las acciones de la Empresa de Energía de Bogotá (EEB), ya que el mercado lo leyó como si a esta empresa (la más sólida financieramente de las tres) le tocaba subsidiar a las demás. Petro nunca pensó en enviar con esas declaraciones poco claras e inconclusas un incentivo de venta entre los accionistas de EEB, que terminó en un lamentable detrimento patrimonial de los capitalinos.

 

                Otro ejemplo lo  podemos encontrar en el génesis de la actual crisis financiera mundial. Los bancos empezaron a generar productos hipotecarios que les permitían a las familias sobre-endeudarse para conseguir una vivienda y mantener un nivel de gasto importante, todo sustentado en la premisa de que el precio de la vivienda siempre subiría. Esto creó un incentivo perverso entre las familias, ya que terminaron hipotecando varias veces sus casas, lo que en dinero equivalía a endeudarse varias veces sobre el valor del bien. Como estas deudas estaban titularizadas y se encontraban por todo Estados Unidos, sólo fue cuestión de tiempo para que la “Burbuja” reventara y nos sumiera en una de las peores crisis financieras de la historia.

 

                 Para terminar quisiera ejemplificar el caso de Grecia. Este país durante décadas vivió con unas finanzas poco sanas y unas familias que evadían impuestos de forma importante. Dicho por muchos griegos “El pagar impuestos es para los tontos”. Esto generó un incentivo entre las familias griegas de ocultar sus verdaderos bienes y salarios, y en el gobierno de vivir de los beneficios que les brindaba la Unión Europea bajo una despreocupación total de sus malas finanzas.  Estos incentivos perversos ahora son los culpables de la inestabilidad de toda la Eurozona, y si lo pensamos bien, hasta de toda la economía mundial como efecto de la globalización.

 

Todo esto para decir que muchas veces somos muy descuidados con la información que producimos o con nuestros actos, sin pensar que con ellos estamos generando incentivos contantes en todos los que nos rodean. Una buena idea podría terminar en un incentivo perverso y, lastimosamente, lo que no cuenta es la intención sino el resultado.

 

Cuando los medios de comunicación le prestan tanta atención a las Farc por sus actos terroristas, cuando se da una moneda a un indigente en la calle o cuando a un menor de edad no se le judicializa con severidad por actos como homicidios y robos, estamos generando incentivos perversos, pero también lo son muchas cosas que hacemos a diario y que sólo a largo plazo nos damos cuenta los problemas que nos han generado a nosotros y a los que nos rodean.