Las tendencias lineales parecen no funcionar muy bien cuando se habla de tecnología y es que cada cuanto llegan ideas o desarrollos que nos impulsan a otra velocidad. Damos saltos adelante en aspectos que creíamos estar distantes. ChatGPT es una prueba fehaciente de esto. Basta con ver cuál limitada está nuestra comprensión de lo que es posible con este algoritmo que ahora publicitan cursos para aprender a preguntar, para que nos expongan de qué es capaz, para que rompamos nuestras trabas mentales del cómo es posible.
Pero no es el único ejemplo. La forma en que se intercambia información también tiene su propia revolución. Es más, se denominó inicialmente como Open Banking. Con este concepto se denotaba esa tendencia a hacer desarrollos para que al interior de los bancos se pudiera compartir información de un mismo usuario. Si un banco tenía múltiples sedes, lo mejor era tener una base actualizada constantemente con la cuenta de cada usuario. Posteriormente se abarcó un ámbito más amplio: entre bancos. Puede que una red bancaria trabajara unida para un mismo servicio, por lo que se volvió imperativo compartir información entre ellos. Pero luego, vino el Open Finance, ya que no solo los bancos tenían esta necesidad, sino todo el sistema financiero: brokers, aseguradoras, fiduciarias, etc.
Open Data es el siguiente nivel de esta filosofía. Ahora se quiere un sistema de datos abiertos que puedan ser compartidos y usados por todos. Un ejemplo fascinante ha sido el cómo algunas empresas han atado los bonos corporativos de sus empleados al desempeño físico de éstos, para lo cual es indispensable un smartwatch y un compromiso serio con su salud. También, la información de estos aplicativos se está convirtiendo en un indicador para acceder a mejores pólizas de vida. Todo esto dado que una persona físicamente activa se incapacita menos y tiende a ser más productiva, también es menos propensa a sufrir de enfermedades como obesidad, diabetes, hipertensión, entre muchas otras, por lo que su probabilidad de una muerte temprana también es inferior. Así, la información fluye de una app de salud hacia empresas financieras o del sector real.
De esta forma, la información de todos está siendo compartida a una alta velocidad entre empresas, algoritmos y hasta entes gubernamentales. Esto abre espacio al concepto de Experiencia de Usuario ya que una persona no tiene que diligenciar una y otra vez la misma información, o puede acceder a mejores planes de salud, seguros, financiación, inversión etc., a partir de sus decisiones, estilo de vida, edad, entre muchos otros factores que hace años eran completamente desconocidos para las empresas.
Para ilustrar el punto anterior, solo piense por un momento cuando desea ingresar a un nuevo servicio por internet o app y le piden crear una cuenta. Es algo dispendioso digitar páginas y páginas de información. Lo más seguro es que crea que no vale la pena y desista. No obstante, cuando aparece la opción de vinculación mediante correo electrónico o Facebook y usted logra ingresar con solo un clic, la experiencia cambia completamente. Lo que sucede en este caso es que usted aceptó que se intercambiara su información de una cuenta a otra, sin importar que fueran o no empresas del mismo grupo.
No obstante, no todo es beneficioso, y es que cuando hay información personal y sensible de por medio, su correcto uso toma un matiz diferente. Pocas cosas preocupan más que el exponernos a piratas cibernéticos o que nuestros datos caigan en manos equivocadas haciéndonos susceptibles a fraudes, extorsiones, o demás. Por esto es importante seguir unas reglas mínimas de seguridad entre las empresas que custodian esta información, al igual que unos protocolos claros para la transmisión de la misma, únicamente con la autorización del propietario, por supuesto.
Por tales motivos, su reglamentación y tratamiento se ha puesto en el centro del debate en muchos ámbitos, entre ellos el político y el legal. Es importante tener reglas claras, deberes y obligaciones explícitos para que todo esto suceda de forma correcta. En tal medida, es muy grato saber que actualmente se está adelantando trabajos para un Decreto de Open Finance para Colombia, que permite regular esta dinámica y combatir los efectos adversos de un proceso que está generando mucho bien a los consumidores financieros, gracias a su efecto positivo en temas como inclusión.
José Luis Alayon