Las elecciones presidenciales de Estados Unidos siempre han sido un imán que atrae fuertemente la atención del público mundial, y no es para menos. La potencia occidental influye en gran medida en los acontecimientos globales. Este año, en particular, las visiones sobre cómo guiar a Estados Unidos más allá de sus fronteras, representadas por Kamala Harris y Donald Trump, diferían significativamente. Esto generó gran expectación, ya que el ganador podría inclinar la balanza en medio de grandes retos internacionales, como la guerra entre Rusia y Ucrania, la situación de Israel con Irán y los grupos terroristas Hezbolá y Hamás, las tensiones con China por Taiwán y la situación fronteriza con México. Todo esto, sin dejar de lado los desafíos internos, como una economía frágil, con una inflación que aún no cede, un grave problema de inseguridad y políticas sociales por ajustar.
Todo estaba servido para tener una de las contiendas electorales más reñidas de los últimos años, y las encuestas proyectaban un resultado con un margen extremadamente estrecho, algo que pocas veces se ha visto. La mayoría de las encuestas no mostraban un margen superior al 1%, el cual variaba de un lado a otro entre los dos candidatos. The Economist, pocos minutos antes del cierre de las urnas, publicaba un artículo en el que Kamala Harris se ponía al frente, elevando la probabilidad de su victoria del 50% al 56%, según sus proyecciones. A su vez, la mayoría de los medios parecía inclinarse levemente por Harris en los días finales de la contienda, especialmente tras los desagravios de la campaña de Trump hacia las mujeres y Puerto Rico.
Hoy, con el resultado final claro, la atención de los medios, tanto locales como internacionales, se ha centrado en analizar lo que se viene con el segundo periodo presidencial de Trump. Se habla mucho del curso de la inflación, las tarifas sobre productos de importación, las alianzas internacionales, entre otros temas. Sin embargo, pocos comentan sobre lo mal que les fue a las encuestadoras con sus proyecciones, a pesar del triunfo aplastante de Trump. El ex presidente logró ganar en los siete estados clave necesarios para quedarse con la Casa Blanca, y con un margen mucho mayor al proyectado: Arizona (5.7%), Georgia (2.2%), Michigan (1.4%), Nevada (3.1%), Carolina del Norte (3.4%), Pensilvania (1.9%) y Wisconsin (0.9%).
El viernes 15 de noviembre, The Washington Post publicó un artículo donde se cuestiona la precisión de las encuestas en las elecciones presidenciales. La respuesta es obvia, pero lo más llamativo del artículo es que se citan posibles causas del error. Según fuentes consultadas, Trump había señalado desde el inicio que las encuestas eran «falsas» y que estaban diseñadas para desincentivar el voto a su favor, lo que pudo haber provocado que sus seguidores se abstuvieran de participar, ocultando el verdadero margen entre los dos candidatos. Esta hipótesis es interesante, pero lo cierto es que las encuestas no solo fallaron en estas elecciones, sino también en las anteriores y en varios otros países.
Al respecto, la revista Newsweek publicó un artículo titulado: “Trump ganó, los medios perdieron”, haciendo alusión a lo que hoy gritan los seguidores del magnate. Los medios de comunicación parecieron hacer campaña a favor de los demócratas. Esta hipótesis es fuerte y pone en duda la veracidad de las noticias, así como la ética de los medios y el profesionalismo de los periodistas. Este es un tema complicado en un mundo altamente digital, donde la información viaja más rápido que nuestra capacidad de cuestionarla. No por nada las fake news abundan en todo el mundo, y cuando finalmente se descubren, el daño ya está hecho.
Las frases resaltadas en el artículo dejan un sabor de manipulación y duda, como cuando se afirma que a Trump nunca se le resaltó su lado humano, a diferencia de su contrincante, o que los demócratas reciben mayor atención y credibilidad que los republicanos.
Más allá de los intereses o sesgos que puedan surgir, es necesario hacer un análisis serio de por qué las encuestas están fallando tan estrepitosamente, a pesar de basarse en principios estadísticos sólidos y valoraciones constantes, lo que debería mejorar su medición. Es fundamental corregir estos errores para evitar que una herramienta tan poderosa, utilizada por los medios de comunicación, termine minando la confianza del público en los mismos.
@joseluisalayon