La TV es un negocio, pero un negocio que finalmente se debe a las audiencias.

 

Desde que pasé por un peaje en una carretera colombiana en enero pasado quedé entusiasmado por el despliegue publicitario que se le daba en ese punto de pago de la carretera a la telenovela ‘La teacher de inglés’.


Carolina Gómez, Víctor Mallarino, Samara de Córdoba, Lully Bossa y un elenco de buenos actores jóvenes prometían una historia digna de romper una dieta de 15 años sin seguir una telenovela.

 

Con la ayuda del sistema de grabadora (VCR) de Directv me atreví a emprender la aventura por los vericuetos de la historia de Pilar Ortega y Enrique ‘Kike’ Peinado, sin depender de estar al frente del aparato a la hora de la novela, sino que podía ver el capítulo –o los capítulos acumulados– horas o días después.

 

Entre otras cosas, esa fue una de las razones por las cuales dejé de ver novelas: por la esclavitud de tener que estar frente al TV a la hora del programa, o de programar un VHS todos los días para grabarlo. Con la tecnología actual, basta con programar una sola vez mediante el comando ‘Grabar toda la serie’ para dejar de estar pendiente de horarios, pero esa es otra historia.

 

De vuelta a la novela, alrededor de la historia rosa, jocosa, inocentona y apta para todo público se comenzaron a tejer rumores de que no le estaba yendo bien en rating, lo cual no me preocupó, pues era feliz con mi ‘teachercita’.

 

Pero el fantasma del bajo rating se hizo realidad cuando hace un par de semanas Caracol decidió lanzar la serie ‘La reina del sur’ en esa misma franja.

 

Tal vez el canal avisó en algún momento que iba a dejar de transmitir ‘la teacher’ durante una semana… pero tal vez no hubo previo aviso. El hecho es que mi sistema de grabación del operador de TV pagada se volvió loco, al no poder encontrar a Pilarcita Ortega (¡Mamasota!) en la grilla de programación.

 

Pasó una semana y me dije: “bueno, debe ser que están haciendo el empalme con el culebrón mexicano y además quieren generar expectativa por el final de ‘la teacher’, que va a estar para alquilar balcón”.

 

Pues estaba completamente equivocado. Esa noche, mis efímeros momentos de alegría al ver que Kike y Pilar volvían a la pantalla se esfumaron cuando la programadora, de manera olímpica y –perdónenme– abusiva e irrespetuosa para con los televidentes, tomó la decisión de mochar, de un solo machetazo, toda una semana de una historia cuyo desenlace venía hilándose despacio y con buena letra, sin caer en aceleraciones bruscas ni repeticiones de la repetidera.

El resultado: se perdieron muchos detalles de las historias y los personajes, otras situaciones quedaron completamente inconclusas e inconexas, y comenzaron dos días de sinsabor, pues al día siguiente al retorno de ‘la teacher’ a su franja normal, un compañero de trabajo me dijo que había oído en Caracol Radio que ese mismo día la querida telenovela llegaba a su final.

 

En la noche, me fui a mi casa dispuesto a ver cómo se las arreglaba la programadora para embutir un final en tan poco tiempo y por ello no me sorprendió lo que vi: un resumen mal editado de más piezas inconexas y un final feliz para los protagonistas e infeliz para quienes, como yo, no nos habíamos perdido ni un solo capítulo de la entretenida novela, ¡después de tres lustros de no botarle tiempo a eso!

 

Y aquí viene la reflexión de toda esta carreta: uno entiende que las programadoras tienen compromisos comerciales, que el tiempo en TV vale oro y todas esas cosas. Pero, ¿dónde queda el respeto por los televidentes? ¿Acaso no son los televidentes quienes compran muchos de los productos y servicios de los anunciantes? ¿Vale más el rating que un cliente satisfecho?

 

Con esto que me sucedió, pasará más de una década antes de que me atreva a seguir otra telenovela, entre otras razones porque al parecer, según el rating, lo que a muchos colombianos les gusta son las puchecas hechas, los traquetos de medio pelo, las malas actuaciones y el ‘plomo a la lata’ lo cual, para colmo de males, ya ni siquiera tienen como pretexto a las mafias colombianas, sino que ahora el conflicto se trasladó a los nuevos grupos ilegales de las fronteras de México.

 

¿Y si me da por volver a ver una novela, quién me garantiza que Caracol no me volverá a hacer la misma jugada? Me gustaría conocer la opinión del Defensor del Televidente a este respecto.