El mejor ejemplo está en la música elemental cuando hablamos de la escala tradicional de notas: Do Re Mi Fa Sol La Si, que muestra las 7 notas que todos conocemos desde pequeños y recordamos que si las entonamos una tras otra, al llegar al Si, sentimos que queda haciendo falta un cierre porque se genera una especie de ansiedad que motiva el colocar otro Do al final, así: Do Re Mi Fa Sol La Si…Do.
Lo mismo nos ocurre con las cenas, al final se requiere un café o un licor que le corte el sabor y permita un breve sentido de finalización y de lugar a concluir la conversación y despedirse.
En las iglesias católicas el final de la misa consiste en una bendición que da el sacerdote a los asistentes a nombre de la Santísima Trinidad y sin ello nadie se retira. Hay que tener un cierre de la ceremonia.
Los cierres son muy importantes y hay que ser pulido o fino o elegante y breve pero contundente para que quede bien hecho.
El más famoso en las películas y en la vida real es con las parejas el beso de reconciliación o el beso de despedida. Fino, elegante, contundente y breve pero con profundidad y sentimiento.
Las canciones siempre tienen un cierre y cuando los artistas no lo planean o no lo ejecutan correctamente queda la sensación que no terminaron o que algo nos quedaron debiendo. Entre otras cosas el cierre debe quedar perfecto para que el grupo o la orquesta finalice al mismo tiempo y genere ese sentimiento de goce por lo interpretado y motive de inmediato la ovación del público. Todo cierre debe enviar la señal unos segundos antes indicando que ya viene o ya se va a dar.
Las obras de teatro y las óperas siempre tienen un final planeado para dejar bien arriba la emoción y las sensaciones o los sentimientos pero con el sabor de finalización que gana el merecido aplauso del público.
Los discursos o las presentaciones deben tener un cierre que deje a la audiencia con una clara idea de lo que se trató y se quiso transmitir y desde luego un final breve y contundente que general la señal inconfundible de cierre y el aplauso unánime y sincronizado de los asistentes.
Ahora recuerdo que he asistido a muchos sermones religiosos y lamentablemente muchos de ellos carecen de ese cierre maravilloso que les estoy haciendo reconocer que es vital. Lamentablemente hay ministros o pastores o sacerdotes que no aprendieron que hay que saber cerrar.
Aunque cada vez hay menos corridas de toros por el respeto a la vida y trato de los animales, recuerdo que una vez mi padre me llevó a una y no se me olvida que el torero puede tener muchas escenas grandiosas o pases maravillosos y elegantes o arriesgados, pero si en el momento de la estocada final no se acierta, la faena se echa a perder. De nuevo el cierre tiene que ser excelente.
Las damas se quejan con frecuencia que al final de una excelente ejecución en el dormitorio los hombres somos poco cuidadosos de la finalización cariñosa y amorosa que se requiere en esos momentos, dadas las diferentes velocidades con las que bajan los ánimos según las diferencias de género. Aquí de nuevo un cierre debe ser espectacular y dejar huella, por lo bueno.
Podría seguir llamado la atención con más ejemplos y reflexiones sobre ese episodio breve, profundo e intenso que he dado en llamar “el cierre” y que usualmente es la conclusión que deja huella al final de una gran realización o reunión o evento y que por esa importancia hay que ser muy cuidadosos planeándolo y ejecutándolo para dejar el recuerdo que amerita y para recibir la ovación que nos merecemos.
En resumen, todo cierre debe ser espectacular y dejar huella