
Haz que los demás hagan, no lo hagas tú.
Sencillo de decir y complicado volverlo realidad. Un hijo pequeño tiene que hacer una tarea y sabemos que le va a quedar mal o no la va a terminar a tiempo. La tentación nos vence y le hacemos la tarea en 20 minutos con la más alta calidad, asunto que a él le hubiera llevado horas y le habría quedado incompleta y mal elaborada.
Qué es lo correcto? Qué hacer en un caso como este? Pasa igual en la oficina o en la empresa? Si un colaborador o empleado está recién ingresado o no es muy experto le hacemos la tarea por aquello de “Somos un equipo y tus resultados son los de todos nosotros”?
La reflexión anterior llama a una definición profunda de lo que se quiere lograr en el presente y en el futuro. Si no hay futuro que contemplar y se trata de un ocasión única y aislada, la respuesta es que conviene hacerle la tarea al otro.
La otra cara de la moneda es que generalmente el futuro si está involucrado y no se trata de una única ocasión, asunto que lleva a pensar que estamos frente a un proceso de aprendizaje que sabemos es lento y doloroso pero es la única manera que podemos asegurar que la gente aprenda y madure.
El dilema es qué queremos? Resultados instantáneos buenos gracias a nuestra existencia y habilidades o desarrollar la gente y tener tantos iguales o mejores que nosotros en el futuro. En el fondo es un tema profundo que está entre la dolorosa valentía y el egoísmo secador.
Muchos de nosotros experimentamos el dilema que acabo de plantear y la decisión es delicada y difícil porque se trata de una política de vida o una política de empresa frente a los retos de la naturaleza, el tiempo, el mercado, la competencia, la calidad, los compromisos contractuales o la formación para el desarrollo. Son muchas variables en juego y algunas de ellas bien delicadas y con sus propios riesgos.
Particularmente recomiendo hacer el esfuerzo y aguantar las ganas de violar el proceso de aprendizaje y desarrollo de los individuos y abstenerse con valentía de meter la mano para hacer la tarea que otro debe hacer. Siempre es mejor observar cómo las personas logran salir adelante frente a sus retos en la vida o en el trabajo y eso tiene mucho valor para su futuro y el de las organizaciones.
Hacer que los demás hagan lo que se tiene que hacer y no involucrarse en la tarea es lo que logra que los individuos o las organizaciones maduren y sean autónomas.
Hacer lo contrario a lo mencionado, es decir realizar las tareas asignadas a otros para que salgan perfectas es patrocinar la mediocridad y la irresponsabilidad o inmadurez permanente.
Los famosos atenidos y vividores nacen de los padres o jefes que no dejan hacer nada y lo hacen todo ellos directamente para que salga bien y así generan zánganos o eternos adolescentes incapaces de hacer ellos mismos algo bien o se genera una dependencia que a la larga termina siendo un embudo para la organización o para la familia, porque nada se hace sin que el gran jefe sepa y autorice o cuestione o sin que el padre o la madre den su bendición.
Deje que los demás hagan lo que tienen que hacer. No lo haga Usted!
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