Al cierre del 2019, el Instituto atendió a más de 50.000 jóvenes.  Uno de los proyectos bandera del Instituto es que los beneficiarios descubran desde lo profundo de su ‘’ser’’, que es lo que los conecta con la vida, por medio del innovador modelo pedagógico, el arte, la música, pintura, teatro entre otras expresiones artísticas que hacen aflorar lo mejor de cada joven.

 

Tiene don de gentes. Siempre está dispuesto a escuchar a los muchachos y a sus colaboradores, quienes sostienen que es una persona incansable que no se rinde fácilmente para ponerle cara a los peligros que acechan a los muchachos en las calles.  Su jornada inicia muy de madrugada, antes de que despunte el alba. Es un hombre disciplinado, digno de su casta salesiana que se propuso lograr la tarea que le designó la administración del alcalde Peñalosa: recuperar el enfoque carismático con que nació el Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud, Idipron, desde sus orígenes, en donde el afecto, y la alegría movilizaban el espíritu de la institución.  Wilfredo Grajales, el padre, Director de la entidad, trabaja cada día  para que los niños, niñas, adolescentes y jóvenes se sientan felices, amados y atendidos como se lo merecen y logren superar la mala vida que les inyecta el desolador mundo de las drogas.

La tarea no ha sido fácil.  Ya que enfrentarse a los monstruos invisibles de la drogadicción y la calle para arrebatarles a los jóvenes impone grandes retos. Sin embargo, con ese espíritu emprendedor que lo caracteriza ha dado la batalla para que los ‘’muchachos’’ como él -los llama amorosamente-, tengan un lugar que los reciba con afecto y con ese calor de hogar para que decidan quedarse y aprovechar todo lo que el modelo pedagógico les prodiga, y así construir un proyecto de vida esperanzador.

‘’Siempre he dicho que nuestro servicio tiene que ser mejor cada día y vivo repitiéndolo a todos acá en el instituto, que tenemos que estar siempre buscando, investigando, estudiando,  las maneras de hacer que los jóvenes, comprendan que estamos para ellos, que los amamos y que les vamos a dar todas las oportunidades que les sirvan para sus vidas. Pero no es solamente darlas, sino que las aprovechen.  En lo público hay muchas oportunidades de bienestar, pero a veces la gente no lo entiende, entonces lo importante es que la juventud, comprenda ese bien, y que surja el autogobierno’’.

En diálogo exclusivo, Grajales, el padre salesiano que ha dedicado su vida al servicio de la educación, dice categóricamente que tiene la firme convicción de que el Idipron, es una bienaventurada oportunidad para los habitantes de calle y jóvenes puedan reconstruir su vida y emprender un nuevo rumbo. Al cierre del 2019, se atendieron más de 50.000 jóvenes  y se les entregó, como meta cumplida el moderno conservatorio de música que opera en la calle 19 y se llevó a cabo la reconstrucción de la Unidad de Protección Integral de Bosa, entre otros logros dicientes de la administración Grajales.

Una de las apuestas que lo emociona del modelo pedagógico denominado ‘’SE3’’, es la tarea emprendida para que los jóvenes puedan descubrirse a sí mismos por medio de las expresiones artísticas como la música, la pintura, el teatro, la danza etc…  En ese sentido, sostiene que lo hace feliz escuchar y conocer los testimonios de jóvenes que le han confesado que si no hubiera sido por la música y por el hilarante despertar desde lo profundo de su ser que les ofrece el modelo pedagógico, ‘’se habrían perdido para siempre en la calle’’.

Reconoce que hay un camino todavía por recorrer y que su gran ‘sueño’ es hacer que el Idipron no solo sea la entidad que en la práctica diaria, atiende a los habitantes de calle y jóvenes en riesgo de habitarla, sino que los ciudadanos, es decir la sociedad se comprometa de manera consciente a luchar en contra de ese flagelo  en vez de ignorar esa problemática.  Que se promuevan escenarios de dialogo con los diferentes actores sociales para que de ellos por medio de un proceso reflexivo surjan compromisos que caminen por esa visión de construir un futuro esperanzador para la juventud colombiana.

¿Qué destaca de su tarea en el Instituto?

Desde que llegamos nos volcamos a recuperar el enfoque carismático con el que nació el Instituto y su misionalidad con la que la fundó el Padre Javier de Nicoló. Poniendo el tema en contexto, en el proceso de transición de anteriores administraciones se trató de darle una orientación distinta alejada de la idea con la que su fundador creo la entidad. La administración del alcalde Peñalosa, me encargó la tarea de retomar esa visión en donde el afecto y la cercanía familiar, fueran lo fundamental. Eso lo hemos cumplido a raja tabla.  Hemos impulsado el crecimiento del Instituto y logros importantes que nos generan satisfacción.  Desde los años 70, se empezó a trabajar en la formación técnica para propiciar oportunidades de empleabilidad y en ello, hemos seguido potencializando esa senda y hemos fortalecido proyectos como el de Jóvenes en Paz, una apuesta de la administración pasada, que nosotros retomamos. Nos encargamos de hacer un proyecto más dinámico y viable, en donde su eje es el arte como terapia de sanación. En últimas lo que buscamos por medio del modelo  pedagógico es  consolidar  la paz  a través de los  valores, con el fin de incentivar la resocialización e integración de los jóvenes del Idipron   a la sociedad.

¿Cómo describe esa apuesta?

Hay unas realidades transcendentes para el desarrollo de los seres humanos que son complejas a la hora de las mediciones medirlas a la luz del capitalismo por formar parte de aquellas expresiones que fluyen desde el interior, como por ejemplo, subir una montaña, contemplar un paisaje, mirar a los ojos a un ser amado, en fin… esas pequeñas y grandes cosas de la vida que conmueven el alma y que se convierten en la musa de inspiración para componer una canción, hacer una pintura, son esas vivencias inevitables  de la humanidad que tocan fibras, en donde las personas se buscan desde lo profundo de su ser, para expresar esos talentos que transforman sus vidas. Siempre he dicho que me emociona cuando veo  que los muchachos, se encuentran consigo mismos y lograr superarse a través de esas expresiones artísticas,  como la pintura, la música, la danza, el teatro, y no ha sido a través del análisis psicológico, ni de la terapiada como dicen ellos, ni desde lo legal, sino que tiene que ver con eso simple e invisible que les mueve el alma y los anima a seguir adelante.

Cuando hablo con los músicos, descubro que para ellos, sino hubiera aparecido la música en sus vidas se habrían perdido del todo en el inhóspito mundo de las drogas y la calle. Desde lo más profundo de su existencia ellos se sienten realizados y lo expresan. Son esas convicciones en el modelo pedagógico que nosotros brindamos que nos entusiasma a seguir trabajando para que los NNAJ, encuentren esa música que llevan por dentro, y que en el sentido literal de la palabra no solo se refiere a las expresión artística, sino a despertar a las poderosas capacidades que subyacen en un ser humano.

 

¿Qué le diría a una persona que no conoce el trabajo que realiza el Idipron?

 

El Instituto es una oportunidad para los habitantes de calle tengan bienestar y se reintegren la sociedad y lo hacemos desde principios fundamentales como el afecto, la libertad y alegría.  Lo que hacemos cada día es darles un regalo de vida a los jóvenes para que construyan un proyecto de vida digno.

 

¿Cuál ha sido su  impronta en su labor con el Instituto?

 

Mi estilo pedagógico, es apoyar a las personas a que sean. Yo creo que lo más  lo importante que he hecho, es hacer que el Idipron, sea el instituto que era desde sus comienzos, a recuperar toda esa mística que soñó Javier de Nicoló. Todos los días, trabajo en ser muy sensible a esa realidad, para que los niños, niñas, adolescentes y jóvenes puedan sentirse a gusto con lo que hacemos y no quieran regresar a los peligros de la calle, que les roba su vida.

 

 

¿Cuál es su  sueño con relación a la gestión del Idipron en el corto, mediano y largo plazo?

Lo sueño desde dos perspectivas: la primera dándoles soluciones a las víctimas, a los habitantes de calle, a los jóvenes que están en riesgo de explotación sexual, y la segunda es generando dinámicas de concientización a la sociedad.  Entonces lo que quiero es que además de que somos un instituto que en la práctica diaria viene trabajando en desinflar esa bomba social que ha dejado el flagelo de la droga y el otro, es que la entidad sea un instrumento de reflexión en nuestra sociedad. Esa convicción la tienen las y los servidores públicos que trabajan en la entidad, no obstante, a veces nos ahoga ese quehacer diario, muy a pesar de que lo que hacemos nos apasiona. Es obvio que se necesita emprender ese camino transformador. La idea es que cada año, se realicen conversatorios, congresos y se propicien otros escenarios de diálogo con los diferentes actores sociales para que la sociedad reflexione sobre esta problemática social, para que también se involucre en la transformación social con los jóvenes.  Hemos hecho, algunas cosas en ese sentido, aún hay que seguir abriendo esos espacios reflexivos.

¿Cuál cree que es el mayor reto de la entidad?

Seguir trabajando en el buen servicio. Es que los NNAJ  digan, que se sienten felices en el Instituto, que lo me da la entidad, me sirve y lo hacen bien.  Que nuestro servicio sea mejor, eso tiene que ver con esa convicción que vivo repitiendo a todos, tenemos que estar siempre buscando, investigando, y estudiando las maneras de hacer que los muchachos comprendan que estamos para ellos, que los amamos y que les vamos a dar todas las oportunidades. Porque no es solamente darlas. En lo público hay muchas oportunidades pero a veces la gente no la entiende, y se desaprovechan, lo importante es que ellos, entiendan el bien, y que surja el autogobierno.

¿Cuál ha sido su más grande satisfacción?

Ver sonreír a los niños, escucharlos decir: gracias, yo aproveche todo lo que me dieron y me sirvió. Mi vida cambio. y esas son miles de historias de las que he sido testigo, que vemos cada día,  si la historia de un solo joven me hace feliz,  no se imagina cuanto me hace feliz que cada vez más jóvenes transformen sus vidas y sean ciudadanos plenos.  Eso es lo que me llena de una profunda satisfacción, saber que hemos hecho lo mejor para que la juventud, tenga una vida digna en la construcción de una Colombia prospera.