Parecen dos temas que no tienen mucho que ver el uno con el otro; sin embargo, la evolución de la capacidad de cómputo, la miniaturización del hardware, y la ubicuidad de la conectividad se han convertido en el caldo de cultivo de una “evolución” digital que ha cambiado y moldeado en gran medida el comportamiento de las personas.
En la actualidad usamos muchas horas al día nuestros dispositivos móviles para realizar actividades productivas, laborales y también para entretenernos. Ahora la situación es que la hiper-conectividad desde nuestros dispositivos digitales está generando comportamientos que pueden afectar en gran medida nuestra salud mental.
Por un lado, hablemos de la tecnología habilitadora de productividad, en el mundo actual tenemos todas las herramientas para hacer la mayor parte de nuestro trabajo desde casa, si nuestra labor no requiere la intervención manual productiva, no hay necesidad de ir a una oficina o planta de producción para realizar nuestras tareas laborales diarias, lo que está sucediendo y lo han demostrado algunos reportajes y estudios durante la temporada de confinamiento por COVID-19.
Es que las personas pasan mucho tiempo conectadas y no hay real separación de tiempos productivos y de tiempos de descanso, llevando esto a un estado de “siempre disponible”, esto debe ser tenido en cuenta principalmente por las empresas, clientes, y líderes de RRHH de manera que no se vuelva un elemento que termina siendo un foco de estrés continuo para las personas, incluso esto se ha vuelto un “apalancador” para las personas obsesionadas por aumentar su productividad continuamente o workaholics aumentando este comportamiento.
También nos ofrecen entretenimiento y “habilitan” nuestra comunicación y mantenernos en contacto con nuestros amigos, sin embargo, los diferentes aplicativos y plataformas que han sido desarrolladas para tal fin, llamadas o clasificadas dentro del concepto de redes sociales, tienen una característica, nosotros las usamos de forma “gratuita” pero realmente nada en un sistema de libre mercado es gratis, así como nos lo han recordado en el nuevo documental de Netflix, el dilema de las redes sociales, es claro que si una plataforma es “gratis”, nosotros somos el producto; y esto ¿qué quiere decir? Que las plataformas de redes sociales básicamente ganan su dinero vendiendo toda la información y datos que pueden recolectar de nosotros a terceros, principalmente con fines publicitarios.
De tal forma que estas plataformas quieren conocer en mayor detalle nuestros gustos y preferencias, y en cada interacción que tenemos con la plataforma obtienen más y más datos, nos conocen más y nos entregan el contenido que queremos ver logrando generar cada vez mayores niveles de interacción y tiempos de permanencia en sus plataformas.
Adicionalmente las redes sociales permiten un actuar “incógnito” o al menos impersonal que hace que algunas personas lleguen a hacer “Bullying” digital, matoneo, burlas, insultos y a comportarse de formas agresivas con otros usuarios, esto hace que muchas personas se sientan afectadas en su autoestima por el trato que la “comunidad” les da. Además, en muchos casos las redes sociales muestran “vidas perfectas” que se convierten en aspiraciones no fácilmente alcanzables e influyen en el comportamiento y emociones especialmente de jóvenes y adolescentes, aunque también en general a todos los usuarios de estas plataformas.
El tema es tan relevante en estos momentos que tanto plataformas como fabricantes de smartphones presentan de manera visible estadísticas a los usuarios de su tiempo en pantalla, presentando las aplicaciones más utilizadas, en las que más tiempo pasaron durante el día, semana, mes y año. Los invito a ver estas estadísticas en sus smartphones y reflexionar al respecto.
Con todo lo anterior, la pregunta es ¿qué hacer? negarnos a la evolución de la tecnología y escondernos en una cabaña sin acceso a internet en la montaña podría ser una opción interesante pero no muy viable, el punto es hacer un uso responsable de la tecnología teniendo en cuenta el prestarle atención tanto al tiempo que pasamos “conectados” cómo a las emociones de esta conectividad para “ser más productivos” y “entretenernos” generan en nosotros, esto podría llegar a desencadenar episodios de estrés, ansiedad, y en algunos casos muy extremos lo que sería una herramienta para apoyarnos en nuestro día a día generar episodios de depresión y otro tipo de afectaciones más graves para nuestra salud, bienestar e integridad.
Finalmente, las responsabilidades son compartidas, las plataformas existen y evolucionarán, muchas nuevas serán creadas, probablemente ya hay mucha consciencia de parte de sus creadores sobre las adicciones y patologías que pueden generar, pero las acciones están más de nuestra parte, autodisciplina y regulación en su uso son importantes para nosotros, nuevamente revisemos nuestro tiempo en pantalla y reflexionemos si queremos seguir viviendo más virtualmente que realmente.