Por: Carlos Antonio Espinosa Pérez*

El viejo dicho que constituye título de este artículo, contiene infortunadamente una verdad incuestionable: la especie humana solo aprende ciertas cosas con dolor y experiencias y tal vez en materia de lucha contra la corrupción y creación de una cultura de respeto a la ley es donde tal aserto resulta más válido.

Por ello y a pesar de lo antipático que resulte, es necesario que la administración tributaria “muestre los dientes” pero que además de eso “muerda”  a ciertos sectores, es así que se construye un legítimo y sano respeto (o temor si se quiere a la Ley), sin que sea necesario andar dando declaraciones ni haciendo anuncios sobre convenios y acuerdos que los asesores tributarios sabemos que carecen de veracidad.

El paradigma de la confrontación Estado-Contribuyente está superado en casi todos los países civilizados, para construir una relación Estado-Cliente, que haga más amable la ya de por sí ingrata carga de pagar impuestos, a la vez que dejando en claro que quién no cumpla, asumirá las consecuencias.

Normas legales hay suficientes y severas (sin perjuicio de mejorar como toda obra humana), lo que hay que hacer es aplicarlas y abandonar el fetiche de la mutación legislativa, como si en el cambio permanente de las normas y reglas estuviera el propósito estatal.

Ahora bien, hay que decirlo abiertamente, en ese contexto,  es importante y merecedora de apoyo la campaña iniciada hace unos meses (que ojalá continúe), que tenía como objetivo evitar el hurto descarado del IVA en bares, restaurantes y otros establecimientos.

Empero, es preocupante en todo esto que el paradigma de la administración tributaria parece seguir siendo el mismo, esto es, “apretar” todavía más a quienes declaran y cumplen sus obligaciones, con el argumento de que pagan muy poco. Ya nos referimos a la inconveniencia de ese discurso con sabor izquierdoso pasado de moda, donde los ricos son el objetivo solo por serlo.

En realidad, puede que sea cierto que la tributación de algunos contribuyentes sea baja frente a sus ingresos, como puede ser cierto que tal vez debamos incorporar algo como la “regla buffet” propuesta por el presidente Obama al Congreso, o en algunos casos (personas naturales) crear un ATM (alternate mínimum tax) o renta presuntiva mínima sobre ingresos; pero nada de ello puede llevar a desconocer que el problema esencial o estructural de nuestro sistema tributario es el reducido número de contribuyentes frente a la población económicamente activa.

Es de allí que se deriva la baja recaudación del impuesto sobre la renta en proporción a países de desarrollo similar y para cambiar eso hay que concentrarse en una primera etapa en los evasores, en aquellos que no existen para el mundo de los impuestos y no tanto en quienes ya declaran y pagan. El cerco solo puede estrecharse de afuera hacia adentro y para ello precisamente se inició años atrás el sistema de reportes en medios magnéticos, buscando generar riesgo subjetivo y por ende el cumplimiento voluntario de deberes, pero lastimosamente a veces la administración se queda en la simple recepción de los archivos y concentrada en sancionar a quién los entrega tarde en lugar de explotar ese filón de información.

En el pasado se intentaron tanto aquí como en otras latitudes esquemas que transmiten el mensaje que constituye título de esta nota. En su momento  el proyecto  RIFA (ricos y famosos) logró un efecto interesante y, hoy en día Italia está concentrada en reducir sus niveles de evasión con medidas espectaculares, como detener coches de lujo y yates, para verificar si el ingreso de sus propietarios les permite darse esos “lujitos”. Algo así debemos ensayar aquí y pronto, para que el colectivo entienda que la evasión no será posible en el futuro y que  la ley tributaria es para que todos la cumplan, pues así lo manda la Constitución Nacional y no solamente para los 9.000 o 10.000 grandes contribuyentes.

Por donde empezar hay mucho: desde destacados colegas del suscrito que en lugar de facturar exigen sus honorarios en dólares, hasta cirujanos plásticos a quienes solo puede pagarse en efectivo, pasando por muchas ramas de la actividad económica.

Así empezaremos a cerrar el cerco, siempre y cuando ello se haga a nivel nacional y no como hasta ahora, concentrados en los contribuyentes ya existentes y en las 8 o 10 ciudades más importantes.

 

*Ex Director General de Impuestos y Aduanas Nacionales. Profesor Universitario. Consultor