Voy a traducir una frase del inglés, a mi propio estilo, a ver cómo se me da: “Dame libros, vino fresco, fruta, un clima agradable y un poco de música tocada en las afueras por alguien que no conozca”. Eso lo dice John Keats, mi poeta gran representante del Romanticismo, y pone de manifiesto prácticamente mis mismos deseos militantes. Yo le agregaría una flor y una malteada, no sé, una luz abismal o la capacidad de imaginar paraísos. Recorría los parqués financieros y vi un dólar que sigue alto, por los lados de 3.052 pesos. También vi subasta de Tes de corto plazo al 4.785% por 250 mil millones, todas ellas con un bid to cover de 2.28 veces. Qué tan bueno o malo sea algo, ya sabemos que es relativo y que no hay verdades absolutas. Es el poder de la objetividad, de la descripción, la que deja el campo abierto a las interpretaciones. Ahora hay temores, si bien algunos algo o nada infundados, sobre los Tes, se han subido de tasa últimamente, generando nerviosismos y preguntas que no se darían si el movimiento fuera al contrario. Estos temores pueden generar niveles de compra.
Para darle el cierre que merece el libro de Kawakami y descansar un rato de la literatura japonesa, he de mencionar algo bello: el ruido sordo del oleaje. También los jacintos, los perros Shiba, los nenúfares, el pulpo y los gritos de las gaviotas que sobrevuelan el mar. Todo eso es lo que adornó el libro. Pero todo esto es lo que está en todos lados, sino que hay que tener la capacidad de sentirlo, esto está siempre presente, pero a veces puede estar tan al lado de nosotros que ni siquiera lo vemos. El paraíso respirándonos al lado.
Todo es tan sencillo. No es sino cerrar los ojos, observar con los ojos cerrados. John Keats siempre lo supo.
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