Todos venimos al mundo con varias misiones y creo que una de las mías es recomendar. Pero lo bueno es que, a medida que uno recomienda, también le recomiendan a uno; es un proceso de retroalimentación impecable y exquisito. Si les escribí hace poco sobre Thomas Mann, ¡boom! Una lectora me mandó un libro del mismo autor: Los Buddenbrook, cuyo nombre original en alemán es “Buddenbrooks: Verfall einer Familie”, o sea como el desmoronamiento de una familia. Ejemplos así, de retroalimentación, hay muchos más. Me han mandado libros de matemáticas, de poesía y hasta de Winnie Pooh. Es lo bello de este intercambio diario de letras.
Ayer un compañero me compartió wasabi Peas, o sea pequeños guisantes recubiertos de wasabi, ese coqueto picantico verde que viene con el sushi; esa plastilinita de hervor efímero y extravagante. Hubo comités económicos en los que también fueron compartidos datos, entre ellos que hoy habrá emisión de títulos por parte de Codensa; también me enteré que los Tes que más se han movido son los UVR de 2023 y que México está triste porque Canadá le puso tarifas al comercio de acero. En cuanto a los otros movimientos, las valoraciones de los Tes estuvieron básicamente muy quietas.
Me han compartido papers sobre métodos de negociación de Harvard y yo les comparto la mejor canción para mí del momento, un techno absolutamente minimalista llamado “Frankfurt”, del productor Stimming. Comparto uno de mis cuatro libros que leo, “Mi pecado” de Javier Moro, para luego alegrarme porque alguien me invita a un evento en una Universidad muy prestigiosa cuyos detalles les compartiré luego. Recomiendo restaurantes y me invitan a estrenos de películas.
Es la economía del conocimiento. Volvimos al trueque, lo más democrático y hermoso del ser humano.