En los últimos días varios lectores me han preguntado por proyecciones económicas para fin de año y para 2019. Pues bien, hice la averiguación con una colega y me dijo estos datos: El PIB podría crecer 2.8% en 2018 y 3.4% en 2019; la inflación podría quedar en 3.3% para 2018 y 3.5% para 2019; y el dólar podría cerrar este año en 2.900 y el 2019 en 2.980 pesos. Doy fé del buen criterio en la elaboración de estos supuestos. Y es que en la vida tenemos que andar con supuestos, con constructos, con creaciones individuales o colectivas para sobrevivir. Creer en que puede haber algo mejor después, creer en los cambios y en un orden establecido. La creencia en algo, en ficciones, es lo que forma una sociedad.
Hay que creer en el buen gusto y aplicarlo. Ejemplo de ello fue un restaurante que visité ayer, que además tiene un adjetivo peyorativo: Bruto. En el marco de una tarde soleada, luego de simulacros y con libros y dispositivos musicales bajo el brazo y dentro de mi mente, probé buenas raciones ahí: el pulpo estuvo delicioso, luego degusté el fideuá de mariscos y también, entre patatas bravas y chistorras, le hice un guiño a la morcilla de Burgos. Fue un buen plan, luego del cierre alto del dólar en 3.166 pesos y luego de una subasta de Tes que tuvo un bid to cover relativamente bajo.
Creer en un pronóstico es cuestión de fe. Vivir, pasar los días y tratar que cada uno de ellos proporcione algo bueno para uno y para los demás, eso también implica Fe. Tratar de aportar algo a la gente en medio de la velocidad, eso también es Fe.