Hay varias tareas que tengo pendientes, pero lo más satisfactorio es que el mismo tiempo las va poniendo en su lugar y al final del día o de la semana o del año miro y digo “lo hice”. Me imagino sentado en la parte de arriba de la colina, con un bastón, unos audífonos y unos buenos zapatos, diciendo “lo logré”. Claro, en el entretanto hay afanes, hay que mojarse en el bus, hay que llegar, pero luego todo se va chuleando. Diría yo que la mejor virtud que uno puede tener es la paciencia: el sentarse en la orilla del río a ver cómo la corriente va acaeciendo y cómo la vida transcurre.
En finanzas las cosas se han calmado. Los títulos del gobierno, que tanto habían bajado de precio estos días, se han recuperado un poco. El dólar ha vuelto a bajar y todo se perfila para cerrar año. Me he dado cuenta, en esta experiencia de bastones y shoefights, que los relatos cortos no son muy de mi predilección; y lo paradójico es que la misma vida me trajo un libro de Almudena Grandes, llamado “Modelos de mujer”, solo de relatos. Además, compré uno de Amos Oz, “Escenas de la vida rural”, también de solo cuentos cortos. La vida, tengámoslo presente, también puede transcurrir en relatos, no solo en novelas o poesía.
Esta es la vida, actuar y esperar. Como les escribí ayer, estamos inmersos en varios datos, PIBs, conversiones de tasas, duraciones, convexidades y concavidades (en todos los sentidos), y depende de nosotros cuándo actuar y cuándo no. Cuándo probar la miel y cuándo abstenernos un poco y guardarla en el bolsillo.
Está la música, el uplifting trance, el downtempo, los agostos del 26 al 5.831% llevando consigo una esperanza, un peso chileno a 788 por dólar, unas letras, el trading, las hijas y un buen chai latte. A todo esto también le llaman equilibrio.
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LOS INVITO A QUE ME SIGAN