Durante los últimos días los precios de los títulos del gobierno se han recuperado, es decir han subido. Recordemos que al final de noviembre, cuando el famoso paro nacional, la paranoia y el miedo, en esa época los precios se bajaron demasiado; incluso se produjo lo del “gap” que les hablé la otra vez, el cual ocurre cuando un precio cambia demasiado entre un día y el otro. Defenderé hasta la muerte el postulado que les había dicho, referente a que hay que esperarse y que siempre todo se estabiliza. Claro, nada se estabiliza en un día, pero se estabiliza al final del horizonte. Lo defenderé siempre. Sin embargo, en el entretanto se prenden alarmas y se generan pérdidas en valoración que obligan o sugieren vender. Pero lo que siempre queda es que todo siempre, siempre se calma y que no hay nunca que desesperarse. Al final todo converge para bien y nunca es tarde para empezar.
Insisto, siempre seré optimista.
Entonces todo se va dando poco a poco. Lo que sí se mantiene es la clase y la cultura, eso sí. Y mis zapatos. Tomo un capuchino de Amor Perfecto y les sigo escribiendo. Mientras eso, mientras retomo el libro de Steven Pinker sobre la Ilustración (qué delicia, hoy empiezo el capítulo sobre la democracia y luego sobre el conocimiento), pensaba en las formas que tiene el ser humano para comunicarse. Opino que las conversaciones están excesivamente sobrevaloradas y el silencio, o lo calmadamente bien escrito bajo ensayos y sus escrituras subyacentes, excesivamente infravalorados. Es un error creer que quien más habla más comunica. Así como hay varios tipos de bachillerato, también hay varios tipos de comunicación.
Aquí les escribo. Desde el horizonte.