Amo las diferentes culturas del mundo. La coreana, la japonesa, la noruega, la francesa, qué hermosura todo. Todo, con signos de exclamación. Y claro, es complicado más no imposible viajar a cada uno de los países para aprender de ellos. Así que, tal como Julio Verne escribía sobre viajes fantásticos por todo el planeta tierra encerrado desde el escritorio de su cuarto, huraño y ensimismado, yo también puedo aprender sobre diferentes culturas desde la comodidad de mi caverna. Y sí, también huraño y ensimismado.
Puedo aprender por medio de la lectura, de las series y de las películas. Por ejemplo, con Ragnarök, una serie, aprendí sobre mitología nórdica: el Mjölnir, la serpiente Jörmundgander y así; con series como Sysiphus puedo ver cómo es la cultura coreana. Con un libro que leo ahora, La educación sentimental, de Gustave Flaubert (el mismo de Madame Bovary), puedo ver cómo era la cultura francesa durante la revolución de 1848. Y así, ejemplos siguen por montones, si compartiera 100% todo lo que veo y aprendo cada día, pues creo que no acabaría nunca. El conocimiento, la belleza y los estímulos fluyen a borbotones. Generan libaciones y escarcha.
Por hoy, tengo otra cultura de la cual hablarles: la árabe. De hecho, el 29 de julio en cine estrenarán una peli llamada LA CANDIDATA PERFECTA, dirigida por Haifaa Al Mansour. Es filmada en Arabia Saudita y narra de forma magistral esa discriminación absurda que sufren las mujeres. La protagonista, quien es interpretada por la actriz Mila Alzahrani, es una doctora y por cosas de la vida termina lanzándose al Concejo de su ciudad, termina metiéndose en política. Imaginen el machismo, la discriminación, las burlas, a ella solo por ser del género femenino. Obvio no puedo darles spóilers, pero solo les contaré que un señor viejo, de unos 80 años de edad, se negaba a ser atendido por una mujer e incluso prefería casi que morir a verse rebajado a delegar su salud a alguien que no fuera hombre. Absurdo, absurdo. El mundo, el ser humano tiene demasiadas cosas absurdas.
Esto concuerda con un libro que acabé de leer: Recuerdos de mi inexistencia de Rebecca Solnit. Caí rendido a los pies de Rebecca, ella es una autoproclamada feminista y esta obra, equiparable a un diario, refleja todas sus memorias cuando vivió en un apartamento en San Francisco. Ella se empezó a dar cuenta de los problemas que empezó a vivir por el simple hecho de ser mujer. Acosos, violaciones. También empezó ella a presenciar fuertes muestras de homofobia. ¿Porqué existe la discriminación? Esto sí me lo pregunto yo. Me parece absurdo, nunca lo entenderé.
Ella llega a una conclusión: la homofobia es misoginia. Piénsenlo así, no más recuerden en su colegio cuando molestaban a alguien que probablemente fuera homosexual, siempre se le comparaba con su alter ego femenino. Esa burla al hombre homosexual, tildándolo de “mujercita”, implicaba una burla que, claro, no lo había pensado, es misoginia, porque conlleva una subvaloración a la mujer. Este libro tiene muchas cosas espectaculares, así como la película, una película que amé. Pueden buscar en Google los teatros donde la presentarán.
A la protagonista de la película, una médica (o médico, qué más da lo que digan las reglas), mucho más inteligente y sensata que los hombres que tenía su alrededor, sufre burlas, es una dura trabajadora. Tal vez así algún día derribemos los absurdos estereotipos. ¿Porqué el rosado es femenino? ¿Porqué a un hombre le tiene que gustar el fútbol sin caer en la homosexualidad, como por ahí oí la otra vez? ¿porqué en Arabia una mujer no podía mezclarse con los hombres en un recinto cerrado? ¿Qué tuvo la mujer para ser tan subvalorada?
Nada qué hacer, nunca lo entenderé. Por lo menos aquí aporto mi granito de arena.
(mi instagram @kemistrye para más cine, música y libros)