Estaba yo caminando una noche a las 9pm y los señores porteros del conjunto residencial, Nelson y Dídimo, se me acercaron, comentándome algo muy parecido a lo que viene a continuación:
-Don Jorge, cómo me le va, lo que pasa es que por ahí encontramos algo, no sé bien qué es, pero pues yo lo he visto con sus libros, siempre por ahí paseando, oyendo música y bueno, probablemente esto le pueda interesar- me dijo uno de ellos.
-¿Qué podrá ser? Muéstrame- le respondí yo, bastante inquieto.
Me mostraron un estuche plano de cuero, de unos 16 cm de largo por 5cm de ancho. Empecé a sacar lo que había adentro, empecé a desenfundar una especie de regla, así como un samurái desenfundando su katana, como un jedi desenfundando su sable de luz. Poco a poco lo que empecé a ver me empezó a deslumbrar. No podía creer ver lo que estaba viendo.
-¿Qué será lo que es eso, don Jorge?- me dijo él, -parece como una regla, es extraña-.
Yo en verdad me emocioné muchísimo, ellos pueden dar fe de mi asombro. En el libro de “Alex en el país de los números”, uno de mis libros favoritos, ya las había oído mencionar. Cuando la abrí me di cuenta de lo que era, no podía ser otra cosa: una hermosa regla de cálculo ARISTO número 89 hecha en Alemania. Es una belleza, en verdad no podía creerlo. Eso sí es una obra de arte.
-Oigan, no se imaginan lo que esto significa para mí, esto es una regla de cálculo. Esta regla de plástico con varias escalas se usaba antes para sacar logaritmos, para elevar, para multiplicar, fíjense, cada escala sirve para algo- les empecé a decir totalmente embelesado. Claro, ver una especie, no en vía de extinción, sino más bien totalmente extinta, era una absoluta serendipia, era un maremágnum en mi sed de conocimiento, pero más bello, incluso más bello aun fue el detalle que tuvieron ellos conmigo, es ellos haber encontrado esa regla en la basura, en algún lado, y haberse detenido un momento y decidir que me podría servir a mí. ¿Porqué a mí? Siempre he pensado que cuando algo me ha de llegar, me llegará. Y pues sí, me llegó esa hermosa regla, ¿quién sería el dueño? Algún señor de 80 años que la usó en los años 40 durante sus estudios universitarios, tal vez con esa regla pudo realizar algún cálculo topográfico. ¿Quién pudo haber sido el dueño, la dueña? ¿Una maestra de algún colegio distrital en los años 60? Qué belleza.
Ahora soy yo el dueño. La regla de cálculo fue diseñada por William Oughtred, un ministro anglicano, en 1623. Hay unas más avanzadas que otras, la que yo tengo puede elevar al cuadrado, elevar a la 3, sacar el seno (no piensen mal ni alcen la ceja), sacar la tangente, el logaritmo y multiplicar con tan solo deslizar la regleta del medio. Es impresionante la precisión. Precisamente un señor llamado Peter Hopp manifestaba, sin miedo a equivocarse, que entre 1700 y 1975, “todas y cada una de las innovaciones tecnológicas se hicieron gracias a una regla de cálculo”.
No puedo de la emoción. Claro, en Youtube busqué tutoriales para aprender a usarla bien. Los resultados son descrestantes. Esta regla fue la reina, fue la aliada de técnicos, matemáticos, profesores, inventores hasta que en 1975, llegó un meteorito que cortó de tajo ese planeta de las reglas de cálculo, fue el meteorito que zanjó de raíz, que se llevó arrasando todas las escalas, los estuches de cuero, todas esas reglas que habían sido fabricadas unas en hueso (las primeras) y otras en plástico (las últimas). Ese meteorito fue la Calculadora de bolsillo.
La calculadora ofrecía los cálculos inmediatamente, además era barata. Sin embargo, los aficionados a las matemáticas recuerdan estas reglas como un objeto de culto, yo me uno a ese grupo. Qué bello recordarlas. Qué orgulloso y afortunado me siento al tener, al lado de computadores avanzadísimos de 1 Tera de memoria, al lado de música hecha con algoritmos de Ableton y loops sofisticados, al lado de smartphones que toman fotos espectaculares y hacen mil cosas a la vez. Junto a todas estas cosas, en mi caverna donde están mis libros, mis colores y todo lo mío, reposa ahí esa hermosa regla de cálculo Aristo 89, regalada por ellos. Por Dídimo y Nelson.
Una regla de cálculo en pleno año 2021.
p.d. todo lo visual, musical y educativo en mi instagram @kemistrye