Todos sabemos que el precio de un activo financiero puede sufrir tres y solo tres únicos movimientos, así como reza la conocida teoría del ascensorista: sube, baja o se queda igual. No hay movimientos hacia otra dimensión, hacia algún agujero negro extrasensorial o hacia otro eje como el Z. Sabemos siempre que matemáticamente las tres opciones tienen la misma probabilidad. Quitando las tendencias, las noticias, todo lo bueno o lo malo que pueda estar pasando en el momento, guerras o inflaciones, para adivinar cómo será el próximo movimiento en un precio estamos como un barco a la deriva. La opción de que se quede igual no la contemplemos porque implica quietud y nadie quiere quietud, todos queremos movimiento.

Nos quedan dos opciones: que un precio suba o que baje. Matemáticamente es igual pero operativamente no. Si yo quiero comprar algo para luego venderlo más caro, se dice que estoy largo; si al revés, vendo algo hoy para luego comprarlo más barato, se dice que estoy corto. Veremos que las implicaciones son muy diferentes, así simplemente sea como un espejo o el negativo de una foto: lo mismo pero con signo contrario.

Partamos de una situación en la que no tengo nada. Ni plata ni activos, estoy en ceros. Entonces me aventuro a comprar una acción, quedo largo, con el objetivo de venderla después más cara. ¿Qué me toca conseguir? Plata, dinero para pagar lo que compré. ¿Dónde consigo dinero prestado? Así esté caro o barato, abundante o escaso, pues el dinero está en todo lado, en todos los bancos, no hay ningún problema con esta operación. Compro el activo, pido prestada la plata, luego lo vendo más caro y cuando reciba ese dinero de la venta pago el crédito. Quedé contento y con la utilidad en el bolsillo.

Pero si parto de ceros y abro una operación Corta, entonces lo que hago es vender inicialmente. Vendí algo y como no lo tengo, lo debo salir a conseguir prestado, para luego, cuando lo vuelva a comprar, devolverlo. ¿Cómo lo explico? Hace poco pensé en lo siguiente: hagan de cuenta que ustedes trabajan de meseros en un restaurante. Resulta que llegan dos clientes muy exigentes que no aceptarán un NO por respuesta, imaginen el prototipo de la gente que va a un restaurante y se cree superior y con ínfulas de Master Chef critican cualquier nimiedad en el servicio. Uno pide una cerveza Poker y el otro pide una edición limitada de la famosa belga Delirium Tremens. Irán por lo tanto a la barra y le dicen al barman que les proporcione las dos cervezas y el barman les dice que no, que se agotaron y que ya no tiene ninguna cerveza.

El cliente no acepta un NO, ¿qué van a hacer entonces? Ustedes tienen que cumplir esa venta, tienen que entregar el producto al cliente. Seguro el mesero va a ir al estanco más cercano o tal vez tiene algún acuerdo con el restaurante de al lado o con el supermercado vecino, en esos sitios les prestarán las cervezas con el compromiso de devolverlas. ¿Cuál cerveza será más fácil conseguir? Probablemente la Poker puesto que es de aquí, se vende más, no es tan exótica. ¿Qué pasa si por ningún lado consigue la Delirium Tremens? Le tocará ir donde el cliente y decirle, con el riesgo de que el cliente pida una indemnización, toque pagar alguna multa y probablemente no vuelva nunca más.

Algo similar pasa con el mercado de los cortos. Si uno quiere vender algo hoy, con el objetivo de recomprarlo luego más barato y así sacar utilidad, pues va a querer hacer esa operación con activos financieros que se puedan conseguir. No es lo mismo hacer un corto con un título del gobierno colombiano, el cual es bastante líquido, que con un CDT de una entidad pequeña, cuya comercialización sea más baja.

Siempre tengo en la mente eso de que si no puedo explicarle algo a un niño de 6 años, entonces es porque no puedo explicarlo. Eso trato. Ese cuento de las ventas en corto se realiza bastante en varios países, dependiendo de la regulación, con acciones, bonos, en fin. Ya creo que si oyen por ahí en la radio la palabra de “acortarse” o “irse en corto”, sabrán a qué me refiero.

Y si hablo de esas personas que se creen superiores, seguro también saben a qué me refiero. Es lo bello de lo didáctico.