En un periódico, la sección que más tiene futuro es la de “Hace cien años”. Repito, es la que más tiene futuro ya que si los periódicos acabaran hoy, si el mundo acabara hoy, pues habría material por cien años más. Nada más innovador y progresivo que lo antiguo, nada nos proyecta más.
Revisando lo que publican ahí encuentro siempre bastantes joyas. Por ejemplo, en la Alemania maltrecha y denostada de 1923 (como digo, hace cien años), su moneda el Marco estaba tan devaluada que ya no constituía un medio de pago, sino que algunos servicios eran medidos por la cantidad de huevos que se debían entregar por ellos. El famoso trueque. Literalmente, en Ochsenfurt, municipio de Baviera, la afeitada costaba dos huevos, el corte de pelo cuatro huevos y el lavado de cabeza tres huevos. Ya imaginarán ustedes, con alguna sonrisa pícara entre líneas, cómo sería el método de pago, o más bien cuántos huevos implicaría algún servicio más intimo. Piensen en alguna analogía (¿huevos?). No más imagino a los pobres germanos presionando a sus gallinas para proporcionarles el método de pago para nivelar a ras las patillas o la sotabarba.
Me queda una pregunta: ¿Serían entonces las gallinas las entidades emisoras de ese entonces? ¿Entrarían en pugna con el Banco Central, al ser partícipes indirectamente de la política monetaria? Tal vez ese método de pago haya sido el que cansó al pueblo, tal vez esa fue la gota que rebosó la copa en el fortalecimiento del Nacional Socialismo. En fin.
Luego, revisando más curiosidades, ya no de hace cien sino de hace 25 años, vi cómo se iba presentando una novedad, algo revolucionario, en el mercado colombiano: los hipermercados. En 1997 mostraban cómo los consumidores no iban ya a las tiendas de barrio: el 82% iban a super o hipermercados (en últimas, ¿quién delimita esa diferencia?). Qué jartera ir a la tienda de barrio, más bien vamos a Makro o a Carrefour o al Exito, más chévere, diría la gente. Vemos cómo esa tendencia poco a poco se fue revirtiendo, ahora mucha gente prefiere ir a su tienda pequeña a dos cuadras de la casa, a los famosos fruver, donde se consigue todo cerca, fresco y además se apoya al veci. Tendencias que van cambiando, mentalidades que no pueden ni deben ser estáticas. En vez de estático, prefiero ser extático.
Leía por ahí también que en 1923 el gobierno suizo estaba muy preocupado por el alcoholismo. Incluso hicieron un plebiscito sobre el proyecto de ley anti-alcoholismo, ya que estudios mostraban cómo el pueblo gastaba más en licor que en pan y leche. ¿En Suiza? ¿Un país que relacionamos con sanos hábitos, chocolates, Nestlé y relojes? Pues bastante que libaban sus licores en ese entonces. Le pegaban al drink al ciento. La economía básica, sus consumos y tendencias, cambian conforme cambia la situación sociopolítica.
Por último, en un bello libro de Amor Towles (se llama así, pronúncienlo “eimor”), llamado La Autopista Lincoln, hubo algo que me llamó la atención. Dos de los cuatro protagonistas debían viajar a Nueva York. Estamos situados en los años 50, naturalmente los trenes eran el método de transporte público interestatal más usado, entonces un mendigo les recomienda el Empire Special, que pasa a la 1:50pm, solo hace 6 paradas y se demora tan solo 20 horas desde San Francisco. Hasta ahí normal, pero luego viene esta joya: el mendigo dice que, si bien es la mejor opción, no la recomienda para nada, ya que en la parada de Chicago llenan el tren con bonos al portador que van directos a Wall Street.
El mendigo advierte que ahí viajan cuatro vigilantes armados, volviendo la experiencia un poco traumática. Alto ahí. Imaginen tan solo cómo sería el cuadro: un poco de policías llevando bonos, puros bonos, imaginen cuántas transacciones se harían en ese momento, cuántos se perderían, cuánto riesgo. ¿Qué diría aquí el departamento de riesgo operativo? Ahora todo es sistematizado, pero pues imaginen en ese momento los bonistas, los banqueros, esperando impacientemente, con tabaco en mano, la llegada del Empire Special para hacer sus transacciones, para pegarle al bid, al offer, el endoso. ¡Míos todos esos papeles que vienen de Chicago, papá! mientras oían su rock and roll y andaban en sus automóviles Studebaker Land Cruiser.
Qué bello leer y qué bello compartir. Las joyas están ahí, nadando calladas entre millones de letras, en medio de noticias y papeles, esperando que un joyero las esculpa.
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