Concebir al mercado como un proceso dinámico en el que interactuamos todos se contrapone a la noción equivocada que el mercado es un ente ajeno a la vida del común de los mortales, sin embargo para que este proceso funcione las relaciones deben ser libres y voluntarias.
Stanley Kubrick llevó al cine la película “La Naranja Mecánica” , una película que por un lado tiene seguidores que la consideran una película de culto, una obra maestra; por otro lado, hay personas que la consideran inentendible y hasta violenta.
Y es que en el mundo de las preferencias personales es donde se cuecen las habas, un peliagudo sistema mental que construye el “mundo ideal” dentro de la mazmorra neuronal de cada persona, por naturaleza es un mundo particular que jamás será comprendido del todo por otra persona que no sea el propio individuo.
Aquí es donde se articula el valor, en palabras del neurocientífico Rodolfo Llinás, “el valor esta dentro de la mente no fuera”, es decir que cada ser humano, de forma particular determina qué le gustaría estudiar, leer, dónde le gustaría comer, en qué quiere usar su tiempo libre, qué películas ver etc. en resumen erige sus preferencias basado en su propia escala de valores, que además no es permanente, puede variar de un momento a otro.
El valor es una construcción mental individual, es subjetivo tal como lo plantea la corriente de pensamiento iniciada por los escolásticos del Siglo de Oro español, especialmente el célebre padre Juan de Mariana, hasta Carl Menger y la escuela austríaca de economía, los bienes y servicios son valiosos cuando llegan a las manos de quien realmente los valora en ese momento.
¿Cómo saber qué producir?, ¿en qué cantidad?, ¿cómo?, ¿para quién?, para ello se necesita una cantidad ingente de información que se encuentra dispersa y que es imposible conocer en su totalidad, recuerden que estamos hablando de preferencias, escalas de valores que están en la mente de millones y millones de personas, así como de recursos: materia prima, mano de obra, tecnología, procesos administrativos, etc.
Son los empresarios quienes al estar más cerca de sus compradores pueden gestionar de mejor manera esa información, el vendedor de la tienda de barrio conoce incluso el nombre de cada uno de sus clientes, lo mismo hacen las grandes superficies (retailers) usando la tecnología (CRM) conocen ¿qué marca prefieren?, ¿en qué tamaño?, ¿qué precio están dispuestos a pagar?. La industria automotriz lleva un registro permanente de las tendencias y de los avances tecnológicos, y los productores de golosinas gastan millones de dólares en investigación de mercado para entender qué producir.
Esta cercanía les permite acumular esa información que es usada para crear soluciones “a medida” de las expectativas de los compradores. Su capacidad real de crear valor es alta porque son especialistas en el sector en el que operan y están motivados a hacer el mejor trabajo posible porque así cumplirán también con sus propios fines.
Así es como se genera la riqueza, mediante este proceso de colaboración, así es como disminuimos la escasez pues es evidente que los bienes y servicios no crecen en los árboles, ¿alguien ha visto un árbol donde crece el papel higiénico y un malvado empresario los está escondiendo?.
Es por ello que un sector empresarial que tiene que actuar como recadero de las políticas públicas, (fijación de precios máximos, cambios de matriz productiva, protección frente a productos extranjeros etc.) pierde la capacidad de acción porque la información que recibe ha sido ya distorsionada, no permite la correcta coordinación (¿qué producir?, ¿cuánto producir?, ¿cómo producir?) y deja de ser eficiente.
Es igual que la ilusión de un estado que provee todo lo necesario para vivir en este mundo; es imposible, por la misma razón que no puede planificar eficientemente la producción en un país, no tiene la información necesaria para asignar recursos escasos a las infinitas necesidades de la población.
Oswaldo Toscano
@otoscano_ec