Casualmente, mientras preparaba esta entrada desde Colombia, siendo las 11:30 de la mañana del miércoles 7 de Enero en Francia ocurría un ataque yihadista a la sede del semanario satírico francés “Charlie-Hebdo”, en el que murieron 12 personas.
Los yihadistas son islámicos pertenecientes a las ramas más violentas y radicales del islam político, caracterizadas por la utilización del terrorismo, en nombre de la yihad (“guerra santa” en nombre de Alá). El hecho cometido por este grupo extremista, generó debate y al ser perpetrado en Francia, sociedad que considera la libre expresión como la esencia de su civilización, puso a pensar al mundo frente a los límites de la libertad ideológica y de prensa.
Desde mi posición, respetando los principios y postulados islámicos, creo que los musulmanes tienen fuertemente limitadas sus libertades individuales; la religión está inmersa y restringe hasta sus comportamientos y decisiones financieras. Por esta razón, resulta curioso imaginar que los modelos de inclusión financiera que el mundo occidental conoce, no pueden ser implementados en el mundo musulmán. Ellos necesitan su propio sistema de inclusión financiera.
Para que un modelo de inclusión financiera pueda ser implementado en el mundo musulmán, éste debe cumplir con la sharia, es decir, la ley musulmana o un código detallado de conducta que incluye las normas relativas a los modos de culto, los criterios de la moral, las cosas permitidas o prohibidas y las reglas separadoras entre el bien y el mal. La sharia representa una barrera para los casi 650 millones de musulmanes que subsisten con menos de US$2 al día y para quienes encontrar modelos islámicos de inclusión sostenibles, podría ser la clave para proporcionarles acceso a servicios financieros y ayudarlos a salir de la pobreza.
Los principios financieros islámicos se fundamentan en el principio general de velar por el bienestar de la población, prohibiendo prácticas que se consideren abusivas. Para los islámicos, el dinero carece de valor intrínseco y sólo se puede aumentar si se combina con otros recursos para realizar alguna actividad productiva. Por este motivo, todas las transacciones financieras deben estar relacionadas con una actividad económica real y respaldada por activos reales y duraderos.
Otro principio financiero islámico establece que los proveedores de fondos deben compartir el riesgo que entrañen los negocios, es decir, los proveedores de fondos no se consideran acreedores, sino inversionistas que comparten tanto las recompensas como los riesgos asociados a su inversión.
Con estos principios establecidos por la ley musulmana, resulta casi imposible establecer un ecosistema microfinanciero sostenible e independiente de las donaciones como el zakat (la entrega de limosnas, que constituye uno de los cinco pilares del islam) o la sadaqa (caridad voluntaria). La inclusión financiera islámica tiene un largo camino por recorrer, cambios por realizar y barreras por romper para convertirse en una herramienta de desarrollo económico y social para los millones de musulmanes que viven en la pobreza.
Twitter: @jdcorreac