Fue hace ocho años. El 20 de enero de 2014, a sus 78 años, don Antonio Mazo partió hacia la eternidad, tranquilo porque sus hijos (Diego, Juan Fernando y Carlos Esteban) y su esposa, María Teresa Cuervo, mantendrán y fortalecerán lo que para ese patriarca significó su gran tesoro, que construyó paso a paso: la Fundación Universitaria CEIPA, hoy CEIPA Business School, una de las principales escuelas de negocios del país. Como homenaje a su memoria, acá un fragmento sobre él en el primer volumen de la colección Historias de Negocios Altamente Inspiradoras.
Antonio Mazo Mejía, fundador del CEIPA.
Cuando a Antonio Mazo lo nombraron, a sus 17 años, director de la escuela urbana de Cedeño, un corregimiento del municipio de Yarumal, en Antioquia, entró a formar parte del selecto trío de los hombres “más importantes” de ese caserío y así acostumbraba rememorarlo, entre risas: “Los tres más ilustres éramos el cura, que ya tenía 80 años, casi ni se acordaba del latín; el inspector de policía, que era un analfabeta; y yo, en ese entonces, muy joven”.
Esa es la anécdota que más recuerdo de don Antonio, como todo el mundo le llamaba, pues disfrutaba contarla cuando alguien le preguntaba sobre sus comienzos en la educación. Nunca lo olvidaré: un hombre que reflejaba en su cara bondad y sabiduría. Cada palabra suya era delicada y certera. Puedo decir que es una de las mejores personas que la vida me ha permitido conocer y me siento feliz de haberle sido cercano.
Como egresado que soy del Ceipa, en la Especialización en Gerencia de Mercadeo, algunas veces don Antonio me llamaba a comentarme sus conceptos sobre algunos de los entrevistados de mi programa de televisión y, a renglón seguido, me sugería invitar a alguno de los emprendedores que había conocido recientemente, porque a este hombre noble le encantaba ayudar a las demás personas en materializar sus proyectos.
Y un patriarca como él basaba su felicidad y su éxito en la proyección social positiva y en una familia muy bien estructurada.
Así me lo dijo una vez: “Si me piden una prueba de que Dios existe y es bueno, se la tengo: es mi familia. Porque son extraordinarios, una esposa ejemplar y unos muchachos profesionales, excelentes personas. Yo no los invité al CEIPA, sino que ellos fueron llegando”.
La otra mitad es “malicia”
Volviendo al comienzo de la historia en Cedeño, cuando ya se sabía la noticia de que el joven Antonio sería profesor, su padre lo llamó aparte y lo tranquilizó con esta frase: “Vea mijo, en este nuevo reto que tendrá en su vida la mitad es lo que usted sepa y la otra mitad es malicia”.
Al recordar el consejo, don Antonio siempre aclaraba que cuando su padre usaba el término “malicia” lo hacía en un sentido muy positivo, pues la expresión le refería siempre a creatividad, innovación y despertar la capacidad de riesgo.
Don Antonio había nacido en Briceño, en un hogar con 14 hermanos, bajo la orientación de su padre, que fue maestro de escuela y de su madre, ama de casa.
De su infancia evocaba que la primera vez que se puso unos zapatos fue para hacer la Primera Comunión y tenía el vivo recuerdo de que le tallaron mucho. En su pueblo natal ni siquiera había zapatero, así que a los futuros usuarios les tomaban las medidas y las mandaban a Yarumal, para la respectiva fabricación del calzado. Era un proceso tan demorado que cuando los zapatos llegaban ya le habían crecido los pies al muchacho y, por eso, los tallones estaban más que garantizados.
La secundaria la hizo en el Seminario Mayor Santo Tomás de Aquino, en el municipio de Santa Rosa de Osos, pero no continuó la carrera sacerdotal porque se enamoró de María Teresa Cuervo, con quien tuvo un hermoso matrimonio hasta el último día de su vida.
El me subía al tallo, yo bajaba a la raiz
Una de las anécdotas que Antonio Mazo más recordaba de su paso por el seminario fue cuando perdió la materia de botánica. Era un examen sobre las plantas y él se había concentrado en aprender sobre las raíces pero las preguntas que le hicieron eran sobre el tallo, entonces acomodaba cada respuesta a lo que sabía.
“Fue una situación bastante extraña y simpática porque el profesor, con sus preguntas, me subía al tallo y yo con la respuesta lo bajaba a las raíces; y así durante varios minutos. Saqué dos sobre 10, o sea que perdí el examen”, me contaba entre risas.
Después de ser el director de la escuela de Cedeño, trabajó como maestro en los municipios de Anorí, Toledo, Ituango y, posteriormente, en Medellín, como profesor de secundaria.
Desde esa época, Antonio Mazo se apasionó con el tema de la educación y empezó a percibir algunas fallas del sistema que hacían que muchas veces los muchachos le dieran más importancia a ganar una buena nota que al hecho de aprender.
Este prohombre estudió Filosofía y Letras en la Universidad Pontificia Bolivariana y se ganó una beca para ir a estudiar al exterior. Viajó a París, Francia, donde hizo un doctorado en Administración Pública, en el Instituto Internacional de Administración Pública, de París, y estuvo un año en la UNESCO, en el Instituto Internacional de Planeamiento Educativo, estudiando Administración Universitaria.
Fue de allá de donde trajo la idea de fundar el Centro de Investigación y Planeamiento Administrativo (CEIPA), hoy Ceipa Business School, que este 2022 celebra 50 años con cerca de 18.000 egresados.
“Fue en Francia donde vi para dónde iba la educación superior en el mundo. Y de ahí me traje la idea para fundar el CEIPA; una entidad que ya lleva más de 40 años, que son en la vida un poquito menos que 40 días. Y lo digo así porque la educación es algo tan importante, tan apasionante, que el tiempo se pasa volando. Y, como uno trabaja para el futuro, siempre está en un cuartico de hora. Realmente, han sido apasionantes estos 40 años”, me contó don Antonio en una entrevista que le hice hace diez años para mi programa de televisión, que para esa época se llamaba Negocios en Telemedellín.
Así que en su octavo aniversario, qué bueno es recordar un amigo que dejó una gran huella en la educación colombiana y un legado que hoy continúan sus hijos Diego Mauricio, Carlos Esteban y Juan Fernando, con grandeza y responsabilidad.