Emprender es un enriquecedor viaje que hoy podemos iniciar de diversas maneras. Las soluciones basadas en la tecnología en años recientes se han idealizado como una de las principales vías de ofrecer innovación y disrupción, algo que está respaldado por los avances recientes en el mundo tecnológico.
Sin embargo, la clave del éxito va mucho más allá de la idea de negocio, y aunque no hay una fórmula magistral las primeras etapas de la empresa y la filosofía que guiará su crecimiento son fundamentales para diferenciarse en un mercado en el que las ideas abundan.
No solo se trata de seguir las últimas tendencias tecnológicas o construir sistemas complejos que nunca antes hayamos visto. Pues el hecho de usar la última tecnología de moda no siempre agrega valor al cliente.
Estas prácticas pueden ayudar en la retadora misión de sostener un emprendimiento en el tiempo, independientemente del contexto o la industria.
La pasión como motor, pero con propósito
Comenzar un emprendimiento casi siempre nace de la pasión por una idea o por la resolución de un problema. Sin embargo, la pasión no es suficiente si no se alinea con un propósito claro. Los emprendedores más exitosos son aquellos que logran convertir esa pasión en una misión empresarial sólida, que no solo resuena con sus clientes, sino también con sus equipos y la comunidad que los rodea.
La diferencia clave está en entender que un buen propósito no es solo una visión grandiosa; debe estar respaldado por un conocimiento profundo del mercado y una propuesta de valor única. Así, la pasión se canaliza hacia la resolución de problemas reales, lo que lleva a un crecimiento sostenido.
De la idea a la realidad
Transformar las ideas en realidad es quizás el paso más representativo de emprender. El proceso puede variar de acuerdo al tipo de proyecto a realizar, pero un caso que sirve como referencia en el mundo actual lo presenta el Tecnológico de Monterrey, que ha establecido su modelo de Emprendimientos de Base Científico-Tecnológica (EBCT) dividido en tres fases esenciales: encontrar, balancear y crear, y transformar. La idea es la base de todo emprendimiento, y es de gran importancia que estas aborden un problema específico. Una vez analizada esa primera parte, el próximo paso será iniciar una ruta de desarrollo.
A medida que la solución pasa por las fases de maduración, prototipado y pruebas, el proyecto finalmente se transforma en un producto mínimo viable que puede ser validado en el mercado, donde se recogerá información valiosa sobre la viabilidad del proyecto y posibles ajustes más acordes a las necesidades del mercado.
Una vez validado con éxito el producto mínimo viable, el siguiente paso es desarrollar una estrategia de negocio completamente enfocada en el nicho de mercado al que se apunta.
Estos aspectos clave son ampliamente promovidos por el Tecnológico de Monterrey en los diversos programas que se ejecutan bajo su modelo de ‘incubadora como servicio’, que a la fecha ha desarrollado programas para organizaciones como Heineken y los estados de Chihuahua y Jalisco en México.
Creación de equipos: la clave de la innovación
En un artículo publicado recientemente por Odille Sánchez; líder del programa de Emprendimientos de Base Científico-Tecnológica (EBCT) del Tecnológico de Monterrey, me llamó mucho la atención que, a pesar de que cada vez se habla más de la tecnología de punta como la clave del éxito, la autora menciona que la principal herramienta de toda empresa son las personas que la conforman. Ciertamente, la columna vertebral de cualquier emprendimiento es su equipo.
Como describe Odille, los equipos multidisciplinarios que reúnen diversos antecedentes académicos y experiencias prácticas son más hábiles para resolver problemas complejos e impulsar la innovación. Y es que, un equipo con buena experiencia técnica y con la perspicacia estratégica puede sortear mejor los desafíos que se presenten en el camino.
La adaptabilidad como la única constante
El camino del emprendimiento está lleno de obstáculos imprevistos, desde cambios en la demanda del mercado hasta crisis económicas globales. En este contexto, la capacidad de adaptación se convierte en una habilidad indispensable. Ser adaptable no significa cambiar el rumbo constantemente, sino tener la habilidad de recalibrar la estrategia sin perder el norte. Los emprendedores exitosos aprenden rápidamente a leer las señales del entorno y a reaccionar antes de que las dificultades se conviertan en crisis.
Esta adaptabilidad también tiene un componente emocional. Los líderes que triunfan en el largo plazo son aquellos que manejan la incertidumbre y la presión con una mentalidad resiliente, donde los fracasos son vistos como aprendizajes necesarios y no como frenos a su progreso.
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